Caminamos, siempre con prisas y sin saber,
¿hacia dónde?
Y seguimos, seguiremos caminando,
¿hasta cuándo?
¡Hasta que una soledad infinita, invada nuestro ser!
Es la famélica ignorancia que ocupa
nuestro constante y errante deambular
por retorcidos caminos que no saben donde van.
Oscurece otra vez,
de nuevo como cada noche,
vienen gélidas, entre sombras las brisas.
Pero nunca se para, no se detiene el camino,
solo camino más camino,
camino y oscuridad,
más camino y más de nada
y las almas perdidas vagan
ciegas, detrás de un falso destino,
sin hallar jamás la paz, ni sosiego ni posada.
Sin saberlo seguimos caminando y transitamos
como fieras perseguidas, acosadas,
sin comprender el porqué de la condena,
caminamos sobre llantos añorados de nostalgia,
siempre huyendo con una pena en las espaldas
que al sentido descalabra, dejando al corazón inerte.
Macabra la muerte,
macabra su amenaza,
macabra esta vida
que del cuello nos atenaza.
Macabra nuestra suerte...
Corazones vacíos que se alimentan
de la escasa luz de engañadoras brasas
que llenan de misterio los crudos destinos
que falsamente a las almas iluminan,
creando enrevesados caminos
llenos de falsa esperanza,
en donde trémulos y ojerosos
los sueños no alcanzan.
Sin saber porqué, crecemos y malvivimos
edificando grandes y falsos muros
alrededor del miedoso corazón,
cerrándole a nuevos vientos
los goznes de nuestra puerta,
forjando cada día, a fuego una reja
que de nosotros...
tan solo de nosotros nos aleja.
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