De horizontes y oquedades
Se perdió la luz en la noche oscura,
la Luna es negra y menguante
ya no brilla en su hermosura,
se fugó el amor en un desplante,
vacías se quedaron, las almas sin ternura.
Perdieron ya el norte las mortales ligaduras,
solo ojos espantados ante ciegos horizontes,
rocas cubrieron llanuras, guijarros caen del cielo,
solo agrestes caminos, en desazón y desconsuelo.
Ante corazón que no siembra, el dolor su puñal afila
y sin temblar su pupila, vive siempre en pie de guerra,
luchando como un Atila contra el amor en la tierra.
Mundo borrascosa orgía, al alma noble aterra,
si falla el amor ¿qué nos queda? horizontes en sendas muertas,
con los buitres al acecho, de las almas que se venzan.
Abramos los cerrojos del alma dejemos entrar la cordura,
lancemos al viento los miedos, expulsemos los diablos
que robaron la ternura, busquemos horizontes nuevos.
Dioses de barro,
adornan cabezas huecas, almas cosidas con esparto
a largos cuentos de escaleras, que suben pero no llegan,
pues en la niebla no hay luz y los horizontes vuelan.
Fatuos ecos rimbombantes prometen cielos eternos
a corazones que pongan, sobre la tierra un velo,
en la renuncia está el verbo y no hay luces antiniebla,
solo acallados silencios, silencios y cabezas huecas,
adornadas con dioses de barro, alimentando horizontes
preñados por la ignorancia.
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