viernes, 25 de agosto de 2017

Érase una vez.





Érase una vez que se era,
un florido mes de mayo
cuando los lirios del valle
le abren puertas al amor.
Cuando las rosas se visten
de rojo por el candor
al ver los besos que nacen
de las parejas en flor.

Cuando cantan los jilgueros
y suspira el ruiseñor,
cuando los sueños se crecen,
al escuchar el rumor
de corazones que mecen
la cuna de la ilusión.

A la sombra de una higuera
pariendo estaba un poeta,
un verso muy chiquitín,
coquetito y juguetón,
que se negaba a crecer,
si no era en el corazón,

de una niña hecha mujer.


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