Malentendidos y bien entendidos
como malvas mezcladas crecen,
con la savia de las ortigas
de algún alma despendolada.
Entre los cuerdos se mezclan los locos
disfrazados de botijo a los que falta el pitorro.
Hay huracanes que impulsan hacia sus lechos
a mis hermanos los vientos
y chubascos de pájaros muertos
caen sobre mis miedos dando chillidos,
mientras un palomo cojo defeca sobre mis pechos.
Y veo bardos deambulando sobre cadáveres henchidos,
en tabernas plagadas de rostros putrefactos,
donde reconozco la presencia de mi Dios
premiando a los muertos y castigando a los vivos.
Cuerdos y juglares insensatos,
cabalgan por imaginarios océanos
de olas de plata en torno a impulsos primitivos,
felices contemplando, el bruto resurgir
primaveral de los verdes campos,
en boga por salir de solsticios en tinieblas.
Retirada en la paz de estos desiertos
me escudo en ocasos de balances numéricos,
cuento las sirenas disfrazadas
que van trepando por mis piernas
en busca de los clones neutros,
que entre las sombras se camuflan
mezclándose con mis delgados odios.
Tras los objetos punzantes, que algunos les llaman plumas,
median mayos cronológicos
y girasoles de cuervos borrascosos
inundan la primavera de mis pensamientos,
más allá de los graneros... llenos de pájaros ciegos.
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