Te fuiste a escribir tus versos al mar
Esta lloviendo en la calle,
las gotas parecen lágrimas.
La misma tierra produce
azúcar para embriagarnos,
en las guaridas del orbe
caben sueños a capazos,
las experiencias de vida
serán siempre punto aparte.
Nos hallamos a merced
de vampiros de ojos largos
disfrazados de merinas
y bocas cual grandes jarros
que sacian la sed con sueños,
nutriéndose de esperanzas
y de postre a la ilusión
la engullen a grandes tragos
sin dejar ni las migajas.
La lluvia sigue y no para,
está calando en las almas.
Ya mis tardes acarician
tan solo apagados soles
en horizontes sin puertas,
con los dedos toco el mar
buscando en él nuevas guías,
otras ya las encontraron
bajo estelas de la luna,
cargando los sueños muertos
sobre las espaldas frías
de quien huye de los sueños
al ver perdidas sus guías.
Una gran ola vigila
desde lo alto de una cresta
ya huele en mí la tormenta,
se pregunta qué hago aquí,
y oigo la mar que respira
y ondula suave sus olas
como seda de hilandera.
¡Ay, ay si la mar pudiera
poder escapar de mí,
sabe que voy a escribir
mis versos sobre su arena!
Veo que la lluvia golpea
con fiereza mi ventana.
Mi frágil pluma rebota
sobre el agua como piedra,
asustada por la sombra
con olor a madreselvas,
que disfrazada de luna
va cabalgando entre nieblas,
sobre una yegua de espuma
que hacia la gloria la lleva.
Y a horcajadas en la grupa
lleva dos grandes alforjas
para llevarse mis versos,
al trigal con amapolas
donde florecen los besos,
que nada saben de plumas
ni morar sobre las olas.
¡Ay, ay si las caracolas
pudieran irse de aquí,
saben que voy a guardar
mis versos en sus alcobas!
Ecos de voces cansinas
me dicen que llueve a mares.
Mas ya saben que es así,
mis letras vendrán conmigo
donde nos lleven las olas
y mis versos se alzarán
sobre cantos de sirenas,
en un campo de amapolas
que florece en alta mar.
Qué sabe la mar guardar
los sueños de aquellos hijos
que la supieron amar,
ella guardará mis versos,
por toda la eternidad
dentro de las caracolas
y en los cantos de sirenas,
con orquesta de violines
y música celestial.
¡Ay, ay si la mar pudiera
de mí poder escapar,
sabe que voy a grabar
mis versos sobre su arena!
Me lanza el mar a la orilla
apretando sus pulgares,
echan espumas de humo,
mis fatigados arrestos,
ya ni los mares pretenden
ser del infierno salida,
oxidadas cerraduras
no dejan pasar los odios.
Muchos oscuros octubres
pesan sobre mis espaldas
y dice el mar no querer
más plumas de tintas largas,
que ya tiene a Alfonsina
cabalgando entre las olas
con su corona de algas
y su traje de corales.
Sigue golpeando la lluvia
por detrás de los cristales.
Los octonarios en hemistiquios de 8-8
con cesura entre ellos.
Sin esquema fijo de rima.
Esta lloviendo en la calle, las gotas parecen lágrimas.
La misma tierra produce azúcar para embriagarnos,
en las guaridas del orbe caben sueños a capazos,
las experiencias de vida serán siempre punto aparte,
nos hallamos a merced de vampiros de ojos largos
disfrazados de merinas y bocas cual grandes jarros
que sacian la sed con sueños, nutriéndose de esperanzas
y de postre a la ilusión la engullen a grandes tragos
sin dejar ni las migajas.
La lluvia sigue y no para, está calando en las almas.
Ya mis tardes acarician tan solo apagados soles
en horizontes sin puertas, con los dedos toco el mar
buscando en él nuevas guías, otras ya las encontraron
bajo estelas de la luna, cargando los sueños muertos
sobre las espaldas frías de quien huye de los sueños
al ver perdidas sus guías.
Una gran ola vigila desde lo alto de una cresta
ya huele en mí la tormenta, se pregunta qué hago aquí,
y oigo la mar que respira y ondula suaves sus olas
como seda de hilandera.
¡Ay, ay si la mar pudiera
poder escapar de mí,
sabe que voy a escribir
mis versos sobre su arena!
Veo que la lluvia golpea con fiereza mi ventana.
Mi frágil pluma rebota sobre el agua como piedra,
asustada por la sombra con olor a madreselvas,
que disfrazada de luna va cabalgando entre nieblas,
sobre una yegua de espuma que hacia la gloria la lleva.
A horcajadas en la grupa
un par de grandes alforjas para llevarse mis versos,
al trigal con amapolas donde florecen los besos,
que nada saben de plumas ni morar sobre las olas.
¡Ay, ay si las caracolas
pudieran irse de aquí,
saben que voy a guardar
mis versos en sus alcobas!
Ecos de voces cansinas me dicen que llueve a mares.
Mas ya saben que es así, mis letras vendrán conmigo
donde nos lleven las olas y mis versos se alzarán
sobre cantos de sirenas, en un campo de amapolas
que florece en alta mar.
Qué sabe la mar guardar
los sueños de aquellos hijos que la supieron amar,
ella guardará mis versos, por toda la eternidad
dentro de las caracolas y en los cantos de sirenas,
con orquesta de violines y música celestial.
¡Ay, ay si la mar pudiera
de mí, poder escapar,
sabe que voy a grabar
mis versos sobre su arena!
Me lanza el mar a la orilla apretando sus pulgares,
echan espumas de humo, mis fatigados arrestos,
ya ni los mares pretenden ser del infierno salida,
oxidadas cerraduras no dejan pasar los odios,
muchos oscuros octubres pesan sobre mis espaldas
y dice el mar no querer más plumas de tintas largas,
que ya tiene a Alfonsina cabalgando entre las olas
con su corona de algas y su traje de corales.
Sigue golpeando la lluvia por detrás de los cristales.