domingo, 7 de agosto de 2022

Un poema de amor El gato





  • Vídeo canción
En el vídeo el poema musicalizado
  • .
  • Un poema de amor
  • .
  • Querido gato:
  • Te estoy echando de menos
  • estaba ya acostumbrada 
  • a verte siempre rondar 
  • como el señor de la casa,
  • o maullando enfurecido
  • cuando buscabas comida,
  • o arrimándote a mi lado
  • buscando mis arrumacos.
  • .
  • Para que yo con ternura
  • acariciase tu espalda,
  • cuando corriendo a mi lado
  • venías a por cariño
  • con tu carita de santo.
  • .
  • Ahora la casa está 
  • demasiado silenciosa,
  • se la ve como apagada,
  • el sofá por ti pregunta,
  • sin ti se quedó muy triste
  • y he visto como lloraba
  • tu cajita con la arena
  • al no sentir el calor
  • de tu caca tempranera.
  • .
  • El sillón, hoy sin tus pelos
  • dice no sentirse vivo,
  • las cortinas del salón
  • ya no tienen quien las vuele
  • y he visto ya algún ratón
  • por el rincón de la tele.
  • .
  • Yo sé bien que te marchaste
  • a vivir por los tejados,
  • buscando a la gata Lola,
  • porque también a los gatos
  • sé que les pica la cola.
  • .
  • Pero sé que volverás
  • porque lo dice la abuela,
  • dice que los gatos son
  • como aquellos picaflores
  • que de rosa en rosa van
  • pero vuelven a la casa
  • cuando precisan gozar
  • de un amor que si les quiera
  • con cariño de verdad.
  • .
  • Por eso rufián minino
  • sé que pronto volverás
  • lo que en casa yo te doy
  • nunca nadie te dará.
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Arreglo para canción
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  • Un poema de amor
  • .
  • Laaaraaalaaaaraaalaaaa
  • (intro, femalevoice)
  • Querido gato
  • te estoy echando de menos
  • estaba ya acostumbrada 
  • a verte siempre rondar 
  • como el señor de la casa...
  • ...
  • o maullando enfurecido
  • cuando buscabas comida,
  • o arrimándote a mi lado
  • buscando mis arrumacos.
  • ...
  • (verso 1)
  • Para que yo con ternura
  • acariciase tu espalda,
  • cuando corriendo a mi lado
  • venías buscando cariño
  • con tu carita de santo.
  • ...
  • (preestribillo)
  • Ahora la casa está, 
  • demasiado silenciosa,
  • se la ve como apagada...
  • (estribillo)
  • el sofá mucho te añora,
  • sin ti se quedó muy triste...
  • se pasa el día preguntando
  • ¡qué tus pelos! ¿dónde están?
  • ----
  • y he visto como lloraba
  • tu cajita con la arena
  • al no sentir el calor
  • de tu caca tempranera...
  • ...
  • (coros,twovoice)
  • El sillón, hoy sin tus pelos
  • dice no sentirse vivo,
  • las cortinas del salón
  • ya no tienen quien las vuele...
  • ...
  • y he visto ya algún ratón
  • por el rincón de la tele....
  • ...
  • (puente)
  • Yo sé bien que te marchaste
  • a vivir por los tejados,
  • buscando a la gata Lola,
  • porque también a los gatos
  • sé que les pica la cola.
  • ...
  • (preestribillo)
  • Ahora la casa está, 
  • demasiado silenciosa,
  • se la ve como apagada...
  • (estribillo)
  • el sofá mucho te añora,
  • sin ti se quedó muy triste...
  • se pasa el día preguntando
  • ¡qué tus pelos! ¿dónde están?
  • (verso 2)
  • Pero sé que volverás
  • porque lo dice la abuela...
  • ...
  • dice que los gatos son
  • como aquellos picaflores
  • que de rosa en rosa van...
  • ....
  • pero vuelven a la casa
  • cuando precisan gozar
  • de un amor que les quiera
  • con cariño de verdad.
  • ...
  • (outro)
  • Por eso rufián minino
  • sé que pronto volverás
  • lo que en casa yo te doy
  • nunca nadie te dará...
  • ...
  • sé que pronto volverás
  • lo que en casa yo te doy
  • nunca nadie te dará...
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  • Poema y arreglos de Mercedes Bou Ibáñez
    musicalizado por Suno IA
    Vídeo hecho con ayuda de Canva y MovieMaker
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  • Relato sobre el poema
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  • Querido gato, la casa, al despertar, se llena de pequeños signos de tu paso: una migaja de sardina en el borde del fregadero, una pelusa pegada a la manta, una nota de arena en el borde de la baldosa. Son señales tímidas, casi secretos, que me dicen que aún hay vida en los rincones, que no todo se ha apagado. Y en silencio, una promesa me acompaña: volverás.
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  • Por eso rufián minino, sé que pronto volverás, lo que en casa yo te doy nunca nadie te dará. Pienso en ti con la seriedad de una madre que ha visto a su niño desaparecido: el tiempo parece medirse en maullidos perdidos, en ronroneos que no llegan, en el peso de tus pasos que ya no suenan en la alfombra. Pero la abuela tiene razón, y esa frase que repite cada vez que la casa parece encogerse de soledad me da fuerza: los gatos vuelven cuando sienten que el calor de un hogar justo y verdadero los espera.
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  • Hoy, mientras escribo estas líneas, me he puesto a escuchar la casa con otro oído, como quien escucha al mundo respirar. Y he comprendido que la ausencia también es una forma de amor: te quedaste para enseñarme a esperar, para recordarme que la vida puede ser más suave si aceptamos el silencio como parte de la melodía. Si me esfuerzo, quizás no oiga un rugido de vuelta, sino un maullido que atraviesa la ventana en una madrugada libre de lluvia, un ruido de patas que aterriza en la alfombra como si nunca se hubiera ido.
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  • Quizá mañana, o pasado, o en la próxima luna llena, o cuando menos lo espere, volverás con esa calma que te caracteriza, con esa mirada que dice que todo está bien, que la casa te dio una palabra justa: aquí estás, gracias por volver. Y cuando lo hagas, me verás en la mecedora, con las manos aún tibias de haber apretado tu lomo, con la voz suave y cansada de haber estado esperándote, y entenderás que, para mí, no hubo otro dueño de este reino sino tú.
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  • Si el destino quiere que vuelvas enfermo de aventura y cansancio de altura, que te traigan las luces de la ciudad, sé paciente: la casa te espera, la casa te llama, y la abuela, siempre, está allí para recordarte la verdad de los dolores y las alegrías que el amor verdadero siempre sabe sostener.
  • .-
  • Y así, con la casa aún entera en mi memoria pero vacía de tu peso, sigo esperándote. Porque entiendo, como tú lo entiendes sin palabras, que regresarás cuando parezca que ya no hay más canto que hacer. Y cuando eso ocurra, abriré la puerta con la emoción de quien ha encontrado un tesoro perdido, y te diré, con todo lo que cabe en el pecho: bienvenido a casa, rufián minino. Lo que en casa yo te doy nadie te dará.

  • Relato

  • Berta se sentó en el suelo de la sala, con las manos entrelazadas y sus ojos fijos en el rincón donde solía estar su gato, que siempre había tenido una presencia inquebrantable en su vida y ahora estaba la gatera vacía . La luz del atardecer se filtraba por las cortinas, proyectando sombras largas y tristes que bailaban al ritmo del viento. Esa habitación sombría, una vez llena de alegría y maullidos, parecía un eco de lo que había sido; una trinchera de recuerdos flotando en el aire.

  • Inhaló hondo, intentando retener esas memorias, cada una de ellas como un pequeño cristal brillante que podía romperse con un solo movimiento. Querido gato, murmuró, sintiendo las primeras lágrimas asomar. Te estoy echando de menos. Las palabras definían un vacío monumental, un susurro desgarrado entre la brisa que llegaba a través de la ventana. Sabía que su voz flaqueaba, como si el propio aire se resistiera a pronunciar el nombre del ser que había compartido su hogar y su corazón.

  • Las imágenes empezaron a aflorar en su mente: el toque suave de su pelaje, esa manera tan particular de maullar cuando tenía hambre, y cómo, con un simple roce, conseguía llenar sus días de amor puro. Te estoy recordando, dijo, mientras una corriente de tristeza la inundaba. A veces, lo veía rondar por la casa, el majestuoso señor que era, con su andar elegante y su porte orgulloso. La casa, que había sido un refugio de vida, se sentía ahora como una cárcel de ausencia.

  • El sillón vacío a su lado, donde suele enroscarse, parecía más sombrío que nunca. ¿Dónde estás, rufián minino?, pensó, y una punzada de dolor le atravesó el pecho. El sofá me pregunta por ti, y no tengo respuesta. Las lágrimas comenzaron a rodar. Cada lágrima era un reflejo del amor que había compartido con él, un amor que tiraba de ella hacia un abismo doloroso.

  •  Sin ti, todo se siente demasiado silencioso, continuó, sus labios temblando ya un poco. La cajita con la arena, que antes era un lugar privado de privacía por su amoroso compañero, lloraba su ausencia y, al igual que ella, anhelaba el calor que su pequeño cuerpo desprendía cada mañana.

  • La casa era un mausoleo, y los ratones, esos intrusos, ahora disfrutaban de una libertad nunca antes vista. Sigo esperando a que vuelvas, sollozó, mientras su mente volaba hacia su abuela, quien decía que los gatos son como picaflor... ¿Acaso esto es verdad? ¿Regresarás, querido felino? Su corazón se aferraba a la esperanza, pero el dolor era excesivo, como un peso en el pecho que no podía ignorar.

  • Los recuerdos comenzaban a nublar su visión. Aquel pequeño ladrón de corazones seguramente estaba explorando el mundo, buscando a la gata Lola, y sin embargo, una parte de ella deseaba que jamás se hubiera ido. Aquél amor del minino era el único consuelo que le quedaba tras la marcha de Marcos. Sé que volverás, murmuró con una convicción tambaleante. Fue un intento de auto consuelo, una súplica a la vida que se resistía a ser dulcemente recordada. Sé que volverás, se decía a si misma, porque lo que yo te di no lo encontrarás en otro lugar.

  • Pero la sala continuó su eterna vigilia, y Berta, sentada en el suelo, supo que el vacío que dejó su gato sería eterno. Los ecos del pasado la envolvieron como un manto frío, y en ese instante, agradó a la soledad, mientras las lágrimas se deslizaban. Vuelve, susurró al aire pesado, porque sin ti mi vida se queda vacía. Y, al secarse los ojos, se preguntó si en algún rincón del universo, su amado gato la estaba escuchando.

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