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domingo, 22 de septiembre de 2024

Sombras.



  •  vídeo canción

  • Sombras 

  • Bajo la sombra cruel de tu partida,
  • el viento trae susurros de dolor,
  • y en mi pecho se apaga aquel calor
  • que alguna vez fue luz en tu vida.

  • Hoy la tristeza inunda mi alma herida,
  • el eco frío de tu falso amor,
  • y se marchita lento, sin fulgor,
  • la flor que por tu amor fue florecida.

  • Dicen que el tiempo cura, mas no miente,
  • pues cada hora revive la traición,
  • y el ciclo sin fin de un llanto inminente.

  • Quizás mis ojos pierdan la visión,
  • mas no podrán borrar lo que se siente,
  • ni apagar de mi alma la razón.

  • .
  • Sombras
  • (intro)
  • Bajo la sombra cruel de tu partida,
  • el viento trae susurros de dolor,
  • y en mi pecho se apaga el calor
  • que alguna vez... fue luz de vida.
  • ---
  • (verso1)
  • Hoy la tristeza inunda mi alma herida,
  • con el eco frío de tu falso amor,
  • y se marchita lenta, y sin fulgor,
  • la flor que por tu amor... 
  • estuvo un tiempo florida.
---
(coros, twovoice,)..
Pero aunque me inunden las sombras,
mis pies seguirán el impulso,
del aroma que destilan
esos sueños que me inspiran
las sendas del corazón...
---
(estribillo)
Y los caminos del alma
los recorreré atrevida
creando en ellos la vida
de mi mundo de ilusión.
  • ---
  • (verso2)
  • Dicen que el tiempo todo lo cura, 
  • pero el tiempo ni perdona ni miente,
  • a cada hora revive la traición,
  • y el ciclo sin fin... de un llanto inminente.
  • ---
  • (puente)
  • Quizás mis ojos pierdan la visión,
  • mas no podrán borrar lo que se siente,
  • ni apagar de mi alma la razón.
  • ---
  • (outro)
  • Pero aunque me inunden las sombras,
  • mis pies seguirán el impulso,
  • del aroma que destilan
  • esos sueños que me inspiran
  • las sendas del corazón...
---
(estribillo)
Y los caminos del alma
los recorreré atrevida
creando en ellos la vida
de mi mundo de ilusión
.
creando en ellos la vida
de mi mundo de ilusión...

viernes, 11 de noviembre de 2022

10 Reflejo de luna Luz de luna .

  •  



  • vídeo canción

  • Reflejo de luna


  • Con un reflejo de luna
  • llegó hasta mí tu sonrisa,
  • fue como un soplo de brisa
  • que acrecentó mi soñar.
  • Desde aquel día te llevo
  • en mi corazón grabado
  • y aunque tú hayas olvidado
  • yo nunca podré olvidar.

  • Las olas se van y vienen
  • al igual que los recuerdos,
  • y no habrá poetas cuerdos
  • que las puedan bloquear.
  • Por eso, mi amor, te digo,
  • que por mucho que me duela
  • no he de plegar yo la vela
  • que me acerque hasta tu mar.

  • Aunque, si el ayer volviera
  • nunca sería lo mismo,
  • media entre nos un abismo
  • muy difícil de salvar.
  • Los años me doblegaron,
  • mi pecho de miedo estalla
  • al ver de frente la valla
  • que no podemos saltar.

  • Se nos puso cuesta arriba
  • pero la fe no la pierdo,
  • que siento en mi lado izquierdo
  • un sentimiento brotar.
  • Y veo en el horizonte
  • una luz que me ilusiona
  • pues el amor no abandona
  • a quien le sabe aguardar.

  • A mis ojos vuelve el brillo
  • y una esperanza me alerta,
  • que el postigo de tu puerta
  • se quedó a medio cerrar.
  • Y quien sabe si algún día
  • decidas de nuevo abrirme,
  • por eso no he de rendirme
  • y otra vez vuelvo a soñar.

Pero me miento a mí misma,
sin ti, vivir ya no puedo
en los recuerdos me enredo
hasta ponerme a llorar.
Perdió el reflejo la luna
o su luz ya no me alcanza
y ya no tengo esperanza
ni fuerzas para luchar.

Berta se sentó en la orilla del mar, sus pies descalzos hundiéndose en la arena fría mientras las olas rompían suavemente a su alrededor. Cada vez que el agua regresaba al océano, traía consigo sus recuerdos, como si el mar supiera el secreto de su corazón.

 Ella miró al horizonte, donde el cielo se encontraba con el agua en un abrazo distante. La luna, en su esplendor plateado, reflejaba la tristeza que pesaba en su pecho, una tristeza tan profunda que la hacía sentir que el mundo a su alrededor se desvanecía.

Aquel día en que conoció a Marcos había sido un día como ninguno. Un susurro entre las olas, una sonrisa que había encendido su alma. Su risa era un río de luz; un soplo de brisa que le recordaba que aún había magia en la vida. 

Desde aquel instante decisivo, ella lo llevó inscrito en cada rincón de su ser, aunque sabía que la memoria es traicionera y, con el tiempo, uno se aleja de lo que ama. Berta sintió que su corazón se encogía con el simple pensamiento de que él podía haberla olvidado, mientras ella permanecía anclada al pasado, un barco hundido en la tormenta de la melancolía.

Las olas seguían su danza interminable, como una sinfonía trágica que tocaba las notas de su alma. Se cerró en su propio mundo de recuerdos, maldiciendo su incapacidad para dejar ir. No había poetas cuerdos que pudieran entender la tristeza que la abrumaba ni palabras que pudieran enredar la esencia de lo que había vivido con él. 

El amor era un tejido frágil, y ella, un extraño en su propio corazón. A veces, se encontraba cerca del abismo que los separaba, sintiendo el terror de enfrentarse a la distancia que había crecido entre ellos como una sombra impenetrable.

Los años la habían cambiado, había aprendido a vivir con una tristeza que se volvía su compañera más fiel. Sus ojos, alguna vez brillantes con la luz del amor, ahora estaban velados por una nostalgia que la perseguía a cada instante. 

Berta dejó escapar un suspiro ahogado como las olas que se desvanecían en la arena, casi deseando que el tiempo pudiera devolverle aquel instante perdido, aunque en el fondo sabía que nunca podrían ser lo mismo. Ese instante se había disuelto en un soplo de viento, llevándoselo todo como un eco lejano.

Justo cuando más pensaba en la soledad, una chispa de esperanza se encendió en su interior. Tal vez, algún día, el destino les permitiría volver a encontrarse. Su corazón latía con fuerza en su lado izquierdo, como si, a pesar de todo, un amor antiguo seguía brotando en silencio, intentando resistir. 

Pero cada vez que se aferraba a esa ilusión, la realidad le respondía con una risa amarga; el postigo de su puerta seguía medio cerrado, un obstáculo que la mantenía alejada de su anhelo más profundo.

Sola en la orilla, contemplando aquel reflejo de luna que ya no la guiaba, Berta comprendió que había momentos en los que el brillo se apaga. Sin él, vivir se sentía como un laberinto sin salida; sus recuerdos la atrapaban, transformándose en la niebla que la mantenía cautiva en su propia tristeza. 

La luna, aunque resplandeciente en el cielo, parecía distante y fría, como un faro que ya no iluminaba su camino. En su corazón, la esperanza se desvanecía lentamente, dejándola sin fuerzas para continuar la lucha. 

Y allí, en la arena fría, dejó escapar una lágrima, un adiós silencioso a un amor que, aunque inalcanzable, había dejado huella en su ser
dejándola sin esperanzas ni fuerzas para luchar .

  • Verso 1
  • Con un reflejo de luna
  • llegó hasta mí tu sonrisa,
  • fue como un soplo de brisa
  • que acrecentó mi soñar.
  • Desde aquel día te llevo
  • en mi corazón grabado
  • y aunque tú hayas olvidado
  • yo nunca podré olvidar.
Verso 2
Las olas se van y vienen
  • al igual que los recuerdos,
  • y no habrá poetas cuerdos
  • que las puedan bloquear.
  • Por eso, mi amor, te digo,
  • que por mucho que me duela
  • no he de plegar yo la vela
  • que me acerque hasta tu mar.
Estribillo
Pero me miento a mí misma,
sin ti, vivir ya no puedo
en los recuerdos me enredo
hasta ponerme a llorar.
Perdió el reflejo la luna
o su luz ya no me alcanza
y ya no tengo esperanza
ni fuerzas para luchar.


Coros
  • Aunque, si el ayer volviera
  • nunca sería lo mismo,
  • media entre nos un abismo
  • muy difícil de salvar.
  • Los años me doblegaron,
  • mi pecho de miedo estalla
  • al ver de frente la valla
  • que no podemos saltar.
Verso 3
  • Se nos puso cuesta arriba
  • pero la fe no la pierdo,
  • que siento en mi lado izquierdo
  • un sentimiento brotar.
  • Y veo en el horizonte
  • una luz que me ilusiona
  • pues el amor no abandona
  • a quien le sabe aguardar.

  • Puente
  • A mis ojos vuelve el brillo
  • y una esperanza me alerta,
  • que el postigo de tu puerta
  • se quedó a medio cerrar.
  • Y quien sabe si algún día
  • decidas de nuevo abrirme,
  • por eso no he de rendirme
  • y otra vez vuelvo a soñar.
Estribillo
Pero me miento a mí misma,
sin ti, vivir ya no puedo
en los recuerdos me enredo
hasta ponerme a llorar.
Perdió el reflejo la luna
o su luz ya no me alcanza
y ya no tengo esperanza
ni fuerzas para luchar.

lunes, 19 de septiembre de 2022

11 Silencio Cae la nieve 11 sigue nevando





vídeo canción

Silencio

El silencio,
ya me atrapó entre sus redes,
la nostalgia echó su manto
sobre mis ajadas carnes.
Saltimbanquis coloridos
se entretienen dando saltos
en danza sobre mi vientre,
mientras juegan los recuerdos
sobre mi pecho a los dardos.

En la calle está nevando.
En los tejados sin gatos
ya se acumula la nieve.
Y ya se desborda el llanto
por los arcos de mis cejas.
Y a la nieve le pregunto,
para ver que me responde.

¿Por qué, dime tú por qué?
¿Por qué yo... le quise tanto?
Pero nadie me contesta
y afuera... sigue nevando.

  • Berta se sentó en el viejo sillón de la sala, el lugar donde tantos recuerdos habían dejado sus huellas imborrables. La temperatura había caído, y el aire frío se colaba por las ranuras de las ventanas, trayendo consigo una profunda sensación de soledad que la envolvía como una manta helada. Afuera, los copos de nieve danzaban en un silencio muelle, cubriendo la ciudad con un suave abrigo blanco, en el que cada sonido parecía extinto.

  • El silencio era lo único que permanecía a su lado, una compañía tan pesada y omnipresente que parecía tener vida propia. Berta cerró los ojos y se dejó llevar por un torrente de pensamientos que la arrastraban, como hojas secas en una tormenta de otoño. La nostalgia la abrazaba, envolviéndola en un manto espeso que la hacía sentir más frágil que nunca. A través de la película de su memoria, las imágenes de risas pasadas se entrelazaban con la sombra de lo que había sido y ya no podía ser.

  • Las tres sillas de la mesa estaban vacías, un eco de los días en que la casa retumbaba con las vivencias compartidas. Había una vez un hogar repleto de risas, de diálogos animados y de sueños construidos, pero ahora el eco de esas voces se perdía en el vacío, dejando un frío helado en su interior.

  • Mientras miraba por la ventana, observó cómo la nieve se acumulaba en los tejados, formando un manto uniforme que cubría todo rastro de vida. La imagen era poética y dolorosa a la vez. Era como si el invierno hubiera decidido silenciar todo lo que había sido, como si cada copo de nieve quisiera borrar la memoria de aquel amor que había sido su refugio, su luz, y que ahora se desvanecía en el silencio.

  • ¿Por qué, dime tú por qué? susurró Berta al aire, aunque sabía que no había respuesta. La nieve seguía cayendo, indiferente, y ella sentía el llanto ahogándose en su pecho mientras las lágrimas se desbordaban por los arcos de sus cejas, comenzando un camino helado por sus mejillas.

  • Un rayo de luz iluminó su corazón en la penumbra, y con él, un recuerdo: las noches en que se acurrucaban bajo las mantas, compartiendo sueños y secretos, pero esa luz era escasa y fugaz, como un destello en la noche. Todo lo que una vez había sido vibrante en su vida, ahora se desvanecía con cada nuevo copo que veía caer a través de los cristales.

  • La mente de Berta giraba en espiral, atrapada entre el deseo de recordar y la necesidad de olvidar. Los saltimbanquis coloridos de su infancia ya no danzaban en su vientre, y los recuerdos, en lugar de ser dulces caricias, se convertían en dardos que le atravesaban el corazón. La soledad se sentía inmensa en cada rincón, y el silencio se adueñaba de su ser, un silencio que sabía a despedida.

  • Se quedó allí, en su mundo de sombras y ecos, mientras la nieve cubría la ciudad, su alma enredada entre las redes del silencio, añorando el amor perdido y la calidez de una risa que ya no llegaría. ¿Por qué yo... le quise tanto?, se preguntó nuevamente. Pero la nieve caía, y la respuesta se deslizaba en el viento, indiferente, como el eco de su voz.
----------
Cae la nieve, cubriendo todo con su manto blanco, como un susurro helado que envuelve el paisaje en un extraño silencio. La tarde se cierne sobre el pueblo, y en cada copo que desciende, en cada ráfaga de viento gélido, siento el vacío que dejas al no estar aquí. Los árboles, cargados de nieve, parecen llorar en la penumbra, y yo, atrapada en el inhóspito abrazo de la soledad, aguardo tu llegada que nunca llegará.

Cae la nieve, y mi corazón está de luto. Mis pensamientos son como un cortejo de lágrimas blancas que se deslizan por mis mejillas, acompañando al canto lejano de un pájaro que parece entender la tristeza que embarga mi alma. Su trino revela las penas que guardo, esas que tú supiste ver y comprender a la perfección. Pero hoy, no vendrás; no habrá tus risas, ni el calor de tu abrazo que ahuyente el frío.

Sé que no volverás, y me inunda la desesperación. Las horas parecen deslizarse, pesadas, como los copos que caen del cielo, y el reloj se ha convertido en mi peor enemigo. Cada tictac resuena como un recordatorio implacable de tu ausencia, marcando el compás de una tristeza que crece desmesuradamente. Me aferro con fuerza a la esperanza, pero la incertidumbre se cierne como un nubarrón oscuro, oscureciendo todos mis pensamientos.

¡Oh, Dios! ¡Oh, silencio! Me abandono a la impotencia que me abruma, y el mundo exterior se difumina en un remolino de blanco y gris. La nieve se acumula, cubriendo mis huellas, ocultando el camino que lleva hacia ti. Solo puedo escuchar el silencio que me rodea, un eco de lo que soy sin ti, y cada susurro del viento lleva consigo el peso de mi tristeza.

Sé que no debo desesperar. Aún así, anhelo tu sonrisa, el brillo en tus ojos que ilumina mi vida, pero este invierno parece eterno, y yo estoy sola, aquí, sumida en una espera sin fin. Miro por la ventana, viendo cómo el mundo se adormece bajo la nieve mientras yo me enfrento a la desolación. Cada copo que cae es un recordatorio de todo lo que hemos perdido; cada rayo de luz que se filtra entre las nubes es un suspiro de lo que podría haber sido.

La realidad se vuelve cruda, y el frío me envuelve más que nunca. Y así, en esta tarde que se arrastra eternamente, me pregunto si alguna vez volverás, si la primavera traerá consigo el calor de tu amor. Pero mientras cae la nieve, el silencio persiste, y yo permanezco aquí, con la esperanza marchita y el corazón pesado, esperándote en esta fría tarde de invierno, aunque sé que no vendrás.


Verso 1
Un silencio agobiante
me atrapó entre sus redes,
la nostalgia echó su manto
sobre mis ajadas carnes.

Coros
Saltimbanquis coloridos
se entretienen dando saltos
en danza sobre mi vientre,
mientras juegan los recuerdos
sobre mi pecho a los dardos.

Estribillo
¿Por qué, dime tú por qué?
¿Por qué yo... le quise tanto?
Pero nadie me contesta
y afuera... sigue nevando.

Puente
En la calle está nevando.
En los tejados sin gatos
ya se acumula la nieve
y a la nieve le pregunto
por qué tú... ya no me quieres.

Coros
Ya se desborda el llanto
por los arcos de mis cejas.
Y a la nieve le pregunto,
para ver que me responde.

Estribillo
¿Por qué, dime tú por qué?
¿Por qué yo... le quise tanto?
Pero nadie me contesta
y afuera... sigue nevando.

¿Por qué, dime tú por qué?
¿Por qué yo... le quise tanto?
Pero nadie me contesta
y afuera... sigue nevando.

miércoles, 14 de septiembre de 2022

13 Suspiros 14 Ausencias




vídeo canción

  • Suspiros

  • Ahíta de melancolía
  • salí a buscar al Amor,
  • pregunté donde vivía
  • pero nadie respondió,
  • pues nadie le conocía 
  • ni supo darme razón.

  • Desesperada busqué
  • por la tierra el mar y el cielo,
  • nadie supo darme fe.
  • Con terrible desconsuelo
  • destrozada me quedé
  • sin poder alzar el vuelo.

  • De golpe sentí el furor
  • de verme en el mundo sola,
  • que la vida sin amor
  • es como una caracola
  • sin música en su interior
  • ni el murmullo de las olas.

  • ¡Cuánto por tener, yo diera, 
  • al amor siempre de cara!
  • Acurrucado a mi vera,
  • obediente a mi llamada,
  • sin montar la escandalera
  • que monta cuando se enfada.

  • Ay, si el amor me quisiera
  • como yo le quiero a él
  • y a besos me recorriera
  • cada palmo de la piel.
  • Y yo montarme pudiera
  • a grupas de su corcel.

  • Y, ay mi amor, si tú supieras
  • que son para ti estos versos,
  • que llevan en sí la esencia
  • cargada del sentimiento,
  • de un alma que aún recuerda
  • el aroma de tus besos. 

Berta caminaba por la orilla del mar, sus pies descalzos sumergidos en la espuma de las olas que venían y se llevaban sus recuerdos, como si el océano quisiera borrar la memoria de aquellos días felices. 

La brisa marina acariciaba su rostro, pero no podía ahogar el susurro del dolor que llevaba en su pecho. Miraba la línea del horizonte, donde el cielo se encontraban con el agua, preguntándose si ahí, en ese lugar tan distante, podría estar el amor que una vez conoció.

Marcos también estaba presente, aunque no de la forma en que ambos querían. Sus risas solían resonar en la playa, creando melodías que competían con el murmullo de las olas. 

Pero eso no era más que un eco distante, ahora perdido en el tiempo. Recordaba su voz, suave como el viento, sus palabras entrelazadas con promesas que se desvanecieron con la misma facilidad con la que se disipan las nubes.

Sin poder evitarlo, Berta se dejó llevar por la tristeza. Con cada paso que daba en la arena, el pasado la abrazaba, dándole calor y al mismo tiempo desgarrándole el alma. ¿Dónde había quedado el amor que la inundaba de alegría? 

Buscó su esencia en cada rincón del universo, interrogando cada estrella en el cielo, cada ola que rompía a sus pies, cada soplo de viento. Pero su búsqueda siempre estaba teñida de desilusión. Porque, ¿quién conoce al amor si no es a través de aquellos que han amado?

Ahíta de melancolía, recordó una tarde dorada en la que Marcos, con sus ojos brillantes como el sol, le había prometido que siempre estarían juntos, que el amor no era un simple juego, sino la más sincera de las realidades. 

Sin embargo, la vida tiene formas crueles de jugar con los corazones, y aquel amor que prometía ser eterno se convirtió en un suspiro perdido entre la bruma del tiempo.

¿Dónde estás, amor mío? se preguntó Berta en voz alta, esperando que el viento le trajera alguna respuesta. La soledad que la rodeaba era como una caracola vacía, sin música, sin vida. Era un eco de lo que una vez había sido su mundo. Si tan solo Marcos supiera cuánto lo añoraba, cómo su ausencia se había transformado en un vacío palpable que la seguía a todas partes.

Cada vez que intentaba recordar sus besos, su risa, su toque, sentía que el peso del pasado le oprimía el pecho, recordándole lo que había perdido. ¡Cuánto por tenerte daría!, pensaba, reviviendo aquellos momentos en los que caminaban juntos, riendo, compartiendo sueños. 

Pero esos días de inocente alegría solo eran una sombra, una ilusión que se desvanecía con cada amanecer.

Exhalando un suspiro cargado de tristeza, Berta comprendió que el amor, para ella, se había convertido en un artilugio del destino, uno que la había dejado sola en la inmensidad del mar. 

Y, aunque en su corazón aún habitaba un pequeño rincón reservado para Marcos, se dio cuenta de que el amor verdadero no siempre se queda, a veces solo muestra su esplendor para luego desvanecerse en la neblina del recuerdo.

En la playa, el sol comenzaba a ocultarse, pintando el cielo de colores apagados, reflejando la melancolía que habitaba en su alma. No había respuestas ante sus preguntas, solo el murmullo de las olas y el vago deseo de que el amor que tan profundamente añoraba pudiera, al menos por un momento, regresar a su vida.

Y así, Berta, con el corazón frágil, dio la vuelta y se alejó de la orilla, llevando consigo la esperanza de que algún día el amor volvería a llamarla, aunque en ese instante, el eco de su ausencia resonaba más fuerte que cualquier promesa.

---------------------------------

arreglos


  • Suspiros

  • (intro)
  • Harta de la soledad
  • y llena de melancolía
  • salí a buscar al Amor.
  • .
  • Pregunté donde vivía
  • pero nadie respondió,
  • nadie le conocía 
  • ni supo darme razón.
  • (verso1)
  • Desesperada busqué
  • por la tierra el mar y el cielo,
  • nadie supo darme fe.
  • .
  • Con terrible desconsuelo
  • destrozada me quedé
  • sin poder alzar el vuelo.
  • (estribillo)
  • ¡Cuánto por tener, yo diera, 
  • al amor siempre de cara!
  • Acurrucado a mi vera,
  • obediente a mi llamada,
  • sin montar la escandalera
  • que monta cuando se enfada.
  • (verso2)
  • De golpe sentí el furor
  • de verme en el mundo sola,
  • que la vida sin amor
  • es como una caracola
  • sin música en su interior
  • ni el murmullo de las olas.
  • (estribillo)
  • ¡Cuánto por tener, yo diera, 
  • al amor siempre de cara!
  • Acurrucado a mi vera,
  • obediente a mi llamada,
  • sin montar la escandalera
  • que monta cuando se enfada.
  • (puente)
  • Ay, si el amor me quisiera
  • como yo le quiero a él
  • y a besos me recorriera
  • cada palmo de la piel.
  • Y yo montarme pudiera
  • a grupas de su corcel.
  • (outro)
  • Ay mi amor, si tú supieras
  • que son para ti estos versos.
  • .
  • Que llevan en sí la esencia
  • cargada del sentimiento,
  • de un alma que aún recuerda
  • el aroma de tus besos. 

domingo, 7 de agosto de 2022

Un poema de amor El gato





  • Vídeo canción
En el vídeo el poema musicalizado
  • .
  • Un poema de amor
  • .
  • Querido gato:
  • Te estoy echando de menos
  • estaba ya acostumbrada 
  • a verte siempre rondar 
  • como el señor de la casa,
  • o maullando enfurecido
  • cuando buscabas comida,
  • o arrimándote a mi lado
  • buscando mis arrumacos.
  • .
  • Para que yo con ternura
  • acariciase tu espalda,
  • cuando corriendo a mi lado
  • venías a por cariño
  • con tu carita de santo.
  • .
  • Ahora la casa está 
  • demasiado silenciosa,
  • se la ve como apagada,
  • el sofá por ti pregunta,
  • sin ti se quedó muy triste
  • y he visto como lloraba
  • tu cajita con la arena
  • al no sentir el calor
  • de tu caca tempranera.
  • .
  • El sillón, hoy sin tus pelos
  • dice no sentirse vivo,
  • las cortinas del salón
  • ya no tienen quien las vuele
  • y he visto ya algún ratón
  • por el rincón de la tele.
  • .
  • Yo sé bien que te marchaste
  • a vivir por los tejados,
  • buscando a la gata Lola,
  • porque también a los gatos
  • sé que les pica la cola.
  • .
  • Pero sé que volverás
  • porque lo dice la abuela,
  • dice que los gatos son
  • como aquellos picaflores
  • que de rosa en rosa van
  • pero vuelven a la casa
  • cuando precisan gozar
  • de un amor que si les quiera
  • con cariño de verdad.
  • .
  • Por eso rufián minino
  • sé que pronto volverás
  • lo que en casa yo te doy
  • nunca nadie te dará.
.
Arreglo para canción
.
  • Un poema de amor
  • .
  • Laaaraaalaaaaraaalaaaa
  • (intro, femalevoice)
  • Querido gato
  • te estoy echando de menos
  • estaba ya acostumbrada 
  • a verte siempre rondar 
  • como el señor de la casa...
  • ...
  • o maullando enfurecido
  • cuando buscabas comida,
  • o arrimándote a mi lado
  • buscando mis arrumacos.
  • ...
  • (verso 1)
  • Para que yo con ternura
  • acariciase tu espalda,
  • cuando corriendo a mi lado
  • venías buscando cariño
  • con tu carita de santo.
  • ...
  • (preestribillo)
  • Ahora la casa está, 
  • demasiado silenciosa,
  • se la ve como apagada...
  • (estribillo)
  • el sofá mucho te añora,
  • sin ti se quedó muy triste...
  • se pasa el día preguntando
  • ¡qué tus pelos! ¿dónde están?
  • ----
  • y he visto como lloraba
  • tu cajita con la arena
  • al no sentir el calor
  • de tu caca tempranera...
  • ...
  • (coros,twovoice)
  • El sillón, hoy sin tus pelos
  • dice no sentirse vivo,
  • las cortinas del salón
  • ya no tienen quien las vuele...
  • ...
  • y he visto ya algún ratón
  • por el rincón de la tele....
  • ...
  • (puente)
  • Yo sé bien que te marchaste
  • a vivir por los tejados,
  • buscando a la gata Lola,
  • porque también a los gatos
  • sé que les pica la cola.
  • ...
  • (preestribillo)
  • Ahora la casa está, 
  • demasiado silenciosa,
  • se la ve como apagada...
  • (estribillo)
  • el sofá mucho te añora,
  • sin ti se quedó muy triste...
  • se pasa el día preguntando
  • ¡qué tus pelos! ¿dónde están?
  • (verso 2)
  • Pero sé que volverás
  • porque lo dice la abuela...
  • ...
  • dice que los gatos son
  • como aquellos picaflores
  • que de rosa en rosa van...
  • ....
  • pero vuelven a la casa
  • cuando precisan gozar
  • de un amor que les quiera
  • con cariño de verdad.
  • ...
  • (outro)
  • Por eso rufián minino
  • sé que pronto volverás
  • lo que en casa yo te doy
  • nunca nadie te dará...
  • ...
  • sé que pronto volverás
  • lo que en casa yo te doy
  • nunca nadie te dará...
  • .
  • Poema y arreglos de Mercedes Bou Ibáñez
    musicalizado por Suno IA
    Vídeo hecho con ayuda de Canva y MovieMaker
  • .
  • Relato sobre el poema
  • .

  • Querido gato, la casa, al despertar, se llena de pequeños signos de tu paso: una migaja de sardina en el borde del fregadero, una pelusa pegada a la manta, una nota de arena en el borde de la baldosa. Son señales tímidas, casi secretos, que me dicen que aún hay vida en los rincones, que no todo se ha apagado. Y en silencio, una promesa me acompaña: volverás.
  • .
  • Por eso rufián minino, sé que pronto volverás, lo que en casa yo te doy nunca nadie te dará. Pienso en ti con la seriedad de una madre que ha visto a su niño desaparecido: el tiempo parece medirse en maullidos perdidos, en ronroneos que no llegan, en el peso de tus pasos que ya no suenan en la alfombra. Pero la abuela tiene razón, y esa frase que repite cada vez que la casa parece encogerse de soledad me da fuerza: los gatos vuelven cuando sienten que el calor de un hogar justo y verdadero los espera.
  • .
  • Hoy, mientras escribo estas líneas, me he puesto a escuchar la casa con otro oído, como quien escucha al mundo respirar. Y he comprendido que la ausencia también es una forma de amor: te quedaste para enseñarme a esperar, para recordarme que la vida puede ser más suave si aceptamos el silencio como parte de la melodía. Si me esfuerzo, quizás no oiga un rugido de vuelta, sino un maullido que atraviesa la ventana en una madrugada libre de lluvia, un ruido de patas que aterriza en la alfombra como si nunca se hubiera ido.
  • .
  • Quizá mañana, o pasado, o en la próxima luna llena, o cuando menos lo espere, volverás con esa calma que te caracteriza, con esa mirada que dice que todo está bien, que la casa te dio una palabra justa: aquí estás, gracias por volver. Y cuando lo hagas, me verás en la mecedora, con las manos aún tibias de haber apretado tu lomo, con la voz suave y cansada de haber estado esperándote, y entenderás que, para mí, no hubo otro dueño de este reino sino tú.
  • .
  • Si el destino quiere que vuelvas enfermo de aventura y cansancio de altura, que te traigan las luces de la ciudad, sé paciente: la casa te espera, la casa te llama, y la abuela, siempre, está allí para recordarte la verdad de los dolores y las alegrías que el amor verdadero siempre sabe sostener.
  • .-
  • Y así, con la casa aún entera en mi memoria pero vacía de tu peso, sigo esperándote. Porque entiendo, como tú lo entiendes sin palabras, que regresarás cuando parezca que ya no hay más canto que hacer. Y cuando eso ocurra, abriré la puerta con la emoción de quien ha encontrado un tesoro perdido, y te diré, con todo lo que cabe en el pecho: bienvenido a casa, rufián minino. Lo que en casa yo te doy nadie te dará.

  • Relato

  • Berta se sentó en el suelo de la sala, con las manos entrelazadas y sus ojos fijos en el rincón donde solía estar su gato, que siempre había tenido una presencia inquebrantable en su vida y ahora estaba la gatera vacía . La luz del atardecer se filtraba por las cortinas, proyectando sombras largas y tristes que bailaban al ritmo del viento. Esa habitación sombría, una vez llena de alegría y maullidos, parecía un eco de lo que había sido; una trinchera de recuerdos flotando en el aire.

  • Inhaló hondo, intentando retener esas memorias, cada una de ellas como un pequeño cristal brillante que podía romperse con un solo movimiento. Querido gato, murmuró, sintiendo las primeras lágrimas asomar. Te estoy echando de menos. Las palabras definían un vacío monumental, un susurro desgarrado entre la brisa que llegaba a través de la ventana. Sabía que su voz flaqueaba, como si el propio aire se resistiera a pronunciar el nombre del ser que había compartido su hogar y su corazón.

  • Las imágenes empezaron a aflorar en su mente: el toque suave de su pelaje, esa manera tan particular de maullar cuando tenía hambre, y cómo, con un simple roce, conseguía llenar sus días de amor puro. Te estoy recordando, dijo, mientras una corriente de tristeza la inundaba. A veces, lo veía rondar por la casa, el majestuoso señor que era, con su andar elegante y su porte orgulloso. La casa, que había sido un refugio de vida, se sentía ahora como una cárcel de ausencia.

  • El sillón vacío a su lado, donde suele enroscarse, parecía más sombrío que nunca. ¿Dónde estás, rufián minino?, pensó, y una punzada de dolor le atravesó el pecho. El sofá me pregunta por ti, y no tengo respuesta. Las lágrimas comenzaron a rodar. Cada lágrima era un reflejo del amor que había compartido con él, un amor que tiraba de ella hacia un abismo doloroso.

  •  Sin ti, todo se siente demasiado silencioso, continuó, sus labios temblando ya un poco. La cajita con la arena, que antes era un lugar privado de privacía por su amoroso compañero, lloraba su ausencia y, al igual que ella, anhelaba el calor que su pequeño cuerpo desprendía cada mañana.

  • La casa era un mausoleo, y los ratones, esos intrusos, ahora disfrutaban de una libertad nunca antes vista. Sigo esperando a que vuelvas, sollozó, mientras su mente volaba hacia su abuela, quien decía que los gatos son como picaflor... ¿Acaso esto es verdad? ¿Regresarás, querido felino? Su corazón se aferraba a la esperanza, pero el dolor era excesivo, como un peso en el pecho que no podía ignorar.

  • Los recuerdos comenzaban a nublar su visión. Aquel pequeño ladrón de corazones seguramente estaba explorando el mundo, buscando a la gata Lola, y sin embargo, una parte de ella deseaba que jamás se hubiera ido. Aquél amor del minino era el único consuelo que le quedaba tras la marcha de Marcos. Sé que volverás, murmuró con una convicción tambaleante. Fue un intento de auto consuelo, una súplica a la vida que se resistía a ser dulcemente recordada. Sé que volverás, se decía a si misma, porque lo que yo te di no lo encontrarás en otro lugar.

  • Pero la sala continuó su eterna vigilia, y Berta, sentada en el suelo, supo que el vacío que dejó su gato sería eterno. Los ecos del pasado la envolvieron como un manto frío, y en ese instante, agradó a la soledad, mientras las lágrimas se deslizaban. Vuelve, susurró al aire pesado, porque sin ti mi vida se queda vacía. Y, al secarse los ojos, se preguntó si en algún rincón del universo, su amado gato la estaba escuchando.

domingo, 14 de marzo de 2021

24 Ausencias El espejo


  • Ausencias

  • Nunca nos hiere el amor, cuando enfría y pierde calma,
  • será muy leve la herida si es tan dura como el roble el alma
  • y el corazón no se atreve a romper el silencio del alba.

  • Perdí al amor y la tibieza, que disfrazó de gloria mi paisaje,
  • mas no di paso a la tristeza, soporté firme el oleaje
  • y aguantó mi alma con firmeza.

  • Todo empezó siendo un sueño, tras él, cabalgaba un beso,
  • que con ardiente mirada, llenó mi alma con su fuego,
  • tatuando sobre mi piel un verso, que ya borró la nostalgia,
  • por una ausencia que duele sin atisbo de esperanza.

  • En el campanario ya sombrío se palpa la soledad
  • mas las campanas, no sienten frío, se hielan los corazones
  • y ya es de mármol el mío.

  • No puedo soportar el vacío, ya emigraron las cigüeñas,
  • ya se quedó solo el nido, el viento hace mucho eco,
  • tiembla de miedo el rocío al posarse lentamente
  • con pavoroso silencio en los solitarios lechos 
  • de los sueños que se han ido.

  • Empañado está el cristal del espejo donde miro,
  • el silencio ya se volvió mudo y dejó de ser mi amigo,
  • ya no pierde conmigo las horas, ya no quiere ser abrigo
  • de todas las noches muertas que tu ausencia me ha traído.

  • Y ya mi corazón se rebela como perro de ceniza
  • que a la luz de la luna le ladra. Así mi corazón llama a tu alma,
  • buscando una respuesta a tu ausencia con sus aullidos al alba.
...............


Berta se despertó en su habitación, cuando la primera luz de la mañana se deslizó tímidamente por las cortinas polvorientas. Cada rayo de sol que se colaba parecía un recordatorio injusto de lo que un día fue su vida, ahora marchita y vacía. 

Miró fijamente al espejo; la imagen que le devolvía el reflejo estaba empañada por una tristeza que no podía borrar. En ese cristal, no sólo se reflejaba solo un rostro ajado, sino también un oscuro reflejo de la vida que había perdido y los ecos lejanos de las risas que una vez llenaron aquel hogar.

El amor se deslizó de su vida como arena entre los dedos, y aunque su alma se había forjado con la dureza del roble, la herida del desamor dejó una cicatriz que nunca podría desvanecerse. Durante mucho tiempo, había creído que la tristeza era una opción lejana; que la firmeza podía ser un refugio ante el dolor. 

Así empezó su resistencia, conteniendo el oleaje del amor marchito, como un barco que navega en un mar en calma, pero amenazado por tormentas invisibles.

Salió a recorrer las calles de su pueblo con paso firme, pero su corazón no dejaba de querer gritar, de buscar una respuesta a la ausencia de aquel amor que había tatuado su piel con versos ardientes. Era un amor que había logrado cubrirla con una miel dulce y reminiscente, pero que ahora sólo dejaba en su lugar un amargo vacío.

Se sentó en el banco verde del parque, donde solía hacerlo muchas tardes, bajo el susurro de los árboles, habían compartido palabras llenas de sueños. Ahora, los pájaros cantaban con una tristeza casi palpable, como si fueran conscientes del duelo que habitaba en su pecho. 

Las cigüeñas que solían descansar en el nido de la plaza ya habían emigrado, dejando atrás un hogar vacío que parecía ecos del abandono. El viento soplaba con un eco triste, y Berta sentía cómo temblaba el rocío al posarse en el frío mármol de su corazón, olvidado y solitario.

Cerró los ojos y respiró profundamente, buscando en el aire un homenaje a los recuerdos. Las noches muertas se acumularon a su lado como sombras; ese silencio que una vez fue un amigo se había transformado en un enemigo devorador. 

Ya no podía soportar el vacío. Cada lágrima que caía llevaba consigo otros tantos momentos que nunca volverían, y Berta se sintió pequeña, insignificante en un mundo que la había dejado atrás.

Su corazón, rebelde como un perro de ceniza, aullaba a la luna en la soledad de la noche, llamando a un alma que ya no estaba. ¿Dónde estás?, resonaba su voz en la oscuridad. Pero sólo la luna respondía, dándole de vuelta el eco de un amor marchito, un susurro fugaz que se pulía con los aullidos de su melancolía.

No sabía si algún día podría hallar la paz en esta nueva vida de silencios y ausencias. Mientras los ecos del pasado se desvanecían, sus esperanzas se desdibujaban como aquellas campanas que, desde el campanario sombrío, olvidaron lo que es sentir el calor de un corazón que aún late. 

Y así, con la tristeza como única compañera, Berta continuó su paseo, perdida entre recuerdos y sombras, buscando ese calor que se había escapado en la brisa de un amor que ya no volvería.

jueves, 15 de octubre de 2020

¡Qué te den morcilla!



vídeo canción
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En el vídeo el poema musicalizado
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¡Qué te den morcilla!
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  • Tienes presos mis sentidos
  • no te engaño ni exagero,
  • por ti me siento torero
  • por ti derramo gemidos.
  • Mi alma revienta en aullidos
  • al contemplar tu belleza,
  • ya rondan por mi cabeza
  • estrellitas amorosas,
  • por la culpa de esas cosas
  • perdí toda mi fiereza.
  • .
  • Pero como te has marchado
  • pues ve y que te den morcilla,
  • seguro que otra me pilla
  • y me trata con agrado.
  • Ya mi corazón blindado
  • no precisa de tu amor.
  • Presumías de ser diosa,
  • te creías una rosa,
  • del jardín la mejor flor
  • y eres cardo borriquero,
  • que a este viejo torero
  • no causará más dolor.
  • .
  • Aposté a caballo cojo,
  • me salió la cosa rana,
  • me encomendé a la sotana
  • pa´ ver de salvar el ojo.
  • Mas me quedé sin matojo
  • en donde tumbar la chepa,
  • mi amigo duda no quepa
  • que esta feo el apostar
  • es mucho mejor libar
  • vino de una buena cepa.
  • .
  • "Toico lo que me dijiques"
  • bien me cuadra de algún modo,
  • te faltó decir que el codo
  • bien lo muevo en alambiques.
  • Y no hago caso a repliques
  • de mozos filibusteros,
  • tampoco sigo los fueros
  • que rigen las disciplinas,
  • y se lidiar las espinas
  • de los tontos marrulleros.
  • .
  • Vino, solo llamo al tinto,
  • lo demás, mariconadas,
  • aguachirris endulzadas,
  • algo al vino bien distinto.
  • Me meto entre pecho y cinto
  • cada día mi buena dosis
  • no le temo a la cirrosis
  • y dicen que al virus mata
  • fortalece  la patata
  • y es bueno para la artrosis.
  • .
  • Así de paso te olvido
  • que ya tu amor me la sopla,
  • solo quedará esta copla
  • pa´ recordar lo vivido.
  • Yo por ti mucho he sufrido
  • mas te borré de mi piel,
  • los versos de Rafael
  • me ayudan para el olvido;
  • "Sin ser tu novio ni amante,
  • soy el que más te ha jodido;
  • con eso tengo bastante
  • y lo doy por bien servido".
  • .
Arreglo para canción
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¡Qué te den morcilla!
(intro)
Tenías presos mis sentidos,
no te engaño ni exagero,
por ti me hice torero,
por ti...  derramé gemidos...
...
Mi alma reventó en aullidos
al contemplar tu belleza,
y rondaron  mi cabeza
estrellitas amorosas...
---
y por culpa de esas cosas
perdí toda mi fiereza.
---
(verso1)
Pero como te has marchado
pues ve y que te den morcilla,
seguro que otra me pilla
y me trata con agrado...
---
Ya mi corazón blindado
no precisa de tu amor.
---
Presumías de ser diosa,
te creías una rosa,
del jardín la mejor flor
y eres cardo borriquero,
que a este viejo torero
no causará más dolor.
---
(verso2)
Aposté a caballo cojo,
me salió la cosa rana,
me encomendé a la sotana
por ver de salvar el ojo...
---
Mas me quedé sin matojo
en donde tumbar la chepa...
---
mi amigo.. duda no quepa,
que esta feo el apostar,
es mucho mejor libar
vino de una buena cepa...
---
(verso3)
Y no hago caso a repliques
de mozos filibusteros...
---
tampoco sigo los fueros
que rigen las disciplinas,
y se lidiar las espinas
de los tontos... marrulleros.
---
(verso4)
Vino, solo llamo al tinto,
lo demás, mariconadas,
aguachirris endulzadas,
algo al vino bien distinto...
---
Me meto entre pecho y cinto
cada día mi buena dosis...
---
no le temo a la cirrosis
y dicen que al virus mata,
fortalece  la patata
y es bueno para la artrosis...
---
(outro)
Así de paso te olvido
que ya tu amor me la sopla,
solo quedará esta copla
pa´ recordar lo vivido...
---
Yo por ti mucho he sufrido
mas te borré de mi piel...
---
Los versos de Ra fael
me ayudan para el olvido;
---
¡Sin ser tu novio ni amante,
soy el que más te ha jodido;
con eso... tengo bastante
y  lo doy por bien servido...!
...
Poema y arreglos de Mercedes Bou Ibáñez
musicalizado por Suno IA
Vídeo hecho con ayuda de Canva y MovieMaker
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Relato basado sobre el poema
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Marta siempre fue el centro de las miradas, o al menos así lo creía ella. Caminaba con aires de grandeza por el barrio, como si el mundo estuviera hecho para servirla. Con su cabello perfectamente peinado y su atuendo cuidadosamente elegante, se creía la reina de la ciudad. Pero en el fondo, su pomposidad no era más que un disfraz que ocultaba una personalidad mediocre.
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Aquella tarde, mientras paseaba por la plaza, Marta se topó con el viejo Nicanor, un hombre que, a pesar de sus años, aún conservaba un aire de valentía. Sin embargo, lo que él sentía por ella era un amor lleno de ilusiones perdidas.
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 ¡Merezco qué me den morcilla! exclamó entre dientes al recordar lo absurdo de su enamoramiento. Sabía que la belleza de Marta era solo superficial, y que detrás de esa fachada había un fondo de egoísmo y superficialidad.
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¿Oh, Marta, por qué no me querrás?, se lamentaba mientras se rasguñaba la cabeza como un perro nervioso. Había creído que su amor por ella lo convertiría en un torero valiente, derramando pasión y gemidos por donde pasaba. Pero no; solo le había dejado un nudo en el estómago, como si le hubiera jugado una mala pasada. Ahora rondan por mi cabeza estrellitas amorosas, pero al diablo con ello, se decía, apretando los puños.
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La verdad era que Marta tenía un ego tan inflado que le servía de flotador. ¿Diosa? No. Más bien era como un cardo borriquero, creciendo en el campo mientras se creía la planta más bellas del jardín. Ya verás como otra me pilla y me trata con cariño, decía Nicanor burlándose de sí mismo, recordando lo poco que Marta en realidad valía.
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Mientras tomaba un vino tinto, Nicanor reflexionaba sobre sus pésimas decisiones amorosas, afirmando que había apostado a caballo cojo, y que esta vez le había salido "rana". Se rio de su propia desgracia al recordar como había creído que Marta lo salvaría del sinsabor de la soltería, ¿y para qué sirvió tanta lucha? Solo para que ella se esfumara dejando un eco de carcajadas en su camino.
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Todo lo que me decías era mentira, se decía, recordando sus discusiones con la desafiante Marta, quien creía tener la razón en todo. Qué fácil es hablar cuando tienes el ego más grande que la luna, pensó. Ella siempre se movía por lugares y amoríos de los que  pudiera sacar parte y Nicanor era un viejo torero sin oficio ya y sin arte. 
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Mientras tanto, él se contentaba con vino tinto, para ponerse contento burlándose de ella y de su percepción del mundo, diciendo que era una meapilas arrugada por la cual ya había perdido el interés.
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Ahora, llenando de vino  mi pecho, olvidaré tu recuerdo, murmuraba como un mantra, mientras el tinto corría por su garganta. Yo por ti he sufrido, Marta, pero hay que ser tonto para llorar por alguien que se cree más que un diosa. 
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En su mente resonaba la voz de Rafael de León, un sabio poeta que hacía eco en sus pensamientos con aquellos versos de la profecía: “Sin ser tu novio ni amante, soy el que más te ha jodido; con eso tengo bastante". Esa era la verdad, se decía Nicanor y aunque Marta lo había encadenado a su propio tormento, él había encontrado la libertad en el vino y en el humor burlón.
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Así, el viejo Nicanor levantó su copa en honra a los tontos y a las tontas como Marta; esos que adornan el mundo con sus sueños inalcanzables y que, al final, son solo una broma del destino.
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