vídeo canción
Silencio
El silencio,
ya me atrapó entre sus redes,
la nostalgia echó su manto
sobre mis ajadas carnes.
Saltimbanquis coloridos
se entretienen dando saltos
en danza sobre mi vientre,
mientras juegan los recuerdos
sobre mi pecho a los dardos.
En la calle está nevando.
En los tejados sin gatos
ya se acumula la nieve.
Y ya se desborda el llanto
por los arcos de mis cejas.
Y a la nieve le pregunto,
para ver que me responde.
¿Por qué, dime tú por qué?
¿Por qué yo... le quise tanto?
Pero nadie me contesta
y afuera... sigue nevando.
- Berta se sentó en el viejo sillón de la sala, el lugar donde tantos recuerdos habían dejado sus huellas imborrables. La temperatura había caído, y el aire frío se colaba por las ranuras de las ventanas, trayendo consigo una profunda sensación de soledad que la envolvía como una manta helada. Afuera, los copos de nieve danzaban en un silencio muelle, cubriendo la ciudad con un suave abrigo blanco, en el que cada sonido parecía extinto.
- El silencio era lo único que permanecía a su lado, una compañía tan pesada y omnipresente que parecía tener vida propia. Berta cerró los ojos y se dejó llevar por un torrente de pensamientos que la arrastraban, como hojas secas en una tormenta de otoño. La nostalgia la abrazaba, envolviéndola en un manto espeso que la hacía sentir más frágil que nunca. A través de la película de su memoria, las imágenes de risas pasadas se entrelazaban con la sombra de lo que había sido y ya no podía ser.
- Las tres sillas de la mesa estaban vacías, un eco de los días en que la casa retumbaba con las vivencias compartidas. Había una vez un hogar repleto de risas, de diálogos animados y de sueños construidos, pero ahora el eco de esas voces se perdía en el vacío, dejando un frío helado en su interior.
- Mientras miraba por la ventana, observó cómo la nieve se acumulaba en los tejados, formando un manto uniforme que cubría todo rastro de vida. La imagen era poética y dolorosa a la vez. Era como si el invierno hubiera decidido silenciar todo lo que había sido, como si cada copo de nieve quisiera borrar la memoria de aquel amor que había sido su refugio, su luz, y que ahora se desvanecía en el silencio.
- ¿Por qué, dime tú por qué? susurró Berta al aire, aunque sabía que no había respuesta. La nieve seguía cayendo, indiferente, y ella sentía el llanto ahogándose en su pecho mientras las lágrimas se desbordaban por los arcos de sus cejas, comenzando un camino helado por sus mejillas.
- Un rayo de luz iluminó su corazón en la penumbra, y con él, un recuerdo: las noches en que se acurrucaban bajo las mantas, compartiendo sueños y secretos, pero esa luz era escasa y fugaz, como un destello en la noche. Todo lo que una vez había sido vibrante en su vida, ahora se desvanecía con cada nuevo copo que veía caer a través de los cristales.
- La mente de Berta giraba en espiral, atrapada entre el deseo de recordar y la necesidad de olvidar. Los saltimbanquis coloridos de su infancia ya no danzaban en su vientre, y los recuerdos, en lugar de ser dulces caricias, se convertían en dardos que le atravesaban el corazón. La soledad se sentía inmensa en cada rincón, y el silencio se adueñaba de su ser, un silencio que sabía a despedida.
- Se quedó allí, en su mundo de sombras y ecos, mientras la nieve cubría la ciudad, su alma enredada entre las redes del silencio, añorando el amor perdido y la calidez de una risa que ya no llegaría. ¿Por qué yo... le quise tanto?, se preguntó nuevamente. Pero la nieve caía, y la respuesta se deslizaba en el viento, indiferente, como el eco de su voz.
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Cae la nieve, cubriendo todo con su manto blanco, como un susurro helado que envuelve el paisaje en un extraño silencio. La tarde se cierne sobre el pueblo, y en cada copo que desciende, en cada ráfaga de viento gélido, siento el vacío que dejas al no estar aquí. Los árboles, cargados de nieve, parecen llorar en la penumbra, y yo, atrapada en el inhóspito abrazo de la soledad, aguardo tu llegada que nunca llegará.
Cae la nieve, y mi corazón está de luto. Mis pensamientos son como un cortejo de lágrimas blancas que se deslizan por mis mejillas, acompañando al canto lejano de un pájaro que parece entender la tristeza que embarga mi alma. Su trino revela las penas que guardo, esas que tú supiste ver y comprender a la perfección. Pero hoy, no vendrás; no habrá tus risas, ni el calor de tu abrazo que ahuyente el frío.
Sé que no volverás, y me inunda la desesperación. Las horas parecen deslizarse, pesadas, como los copos que caen del cielo, y el reloj se ha convertido en mi peor enemigo. Cada tictac resuena como un recordatorio implacable de tu ausencia, marcando el compás de una tristeza que crece desmesuradamente. Me aferro con fuerza a la esperanza, pero la incertidumbre se cierne como un nubarrón oscuro, oscureciendo todos mis pensamientos.
¡Oh, Dios! ¡Oh, silencio! Me abandono a la impotencia que me abruma, y el mundo exterior se difumina en un remolino de blanco y gris. La nieve se acumula, cubriendo mis huellas, ocultando el camino que lleva hacia ti. Solo puedo escuchar el silencio que me rodea, un eco de lo que soy sin ti, y cada susurro del viento lleva consigo el peso de mi tristeza.
Sé que no debo desesperar. Aún así, anhelo tu sonrisa, el brillo en tus ojos que ilumina mi vida, pero este invierno parece eterno, y yo estoy sola, aquí, sumida en una espera sin fin. Miro por la ventana, viendo cómo el mundo se adormece bajo la nieve mientras yo me enfrento a la desolación. Cada copo que cae es un recordatorio de todo lo que hemos perdido; cada rayo de luz que se filtra entre las nubes es un suspiro de lo que podría haber sido.
La realidad se vuelve cruda, y el frío me envuelve más que nunca. Y así, en esta tarde que se arrastra eternamente, me pregunto si alguna vez volverás, si la primavera traerá consigo el calor de tu amor. Pero mientras cae la nieve, el silencio persiste, y yo permanezco aquí, con la esperanza marchita y el corazón pesado, esperándote en esta fría tarde de invierno, aunque sé que no vendrás.
Verso 1
Un silencio agobiante
me atrapó entre sus redes,
la nostalgia echó su manto
sobre mis ajadas carnes.
Coros
Saltimbanquis coloridos
se entretienen dando saltos
en danza sobre mi vientre,
mientras juegan los recuerdos
sobre mi pecho a los dardos.
Estribillo
¿Por qué, dime tú por qué?
¿Por qué yo... le quise tanto?
Pero nadie me contesta
y afuera... sigue nevando.
Puente
En la calle está nevando.
En los tejados sin gatos
ya se acumula la nieve
y a la nieve le pregunto
por qué tú... ya no me quieres.
Coros
Ya se desborda el llanto
por los arcos de mis cejas.
Y a la nieve le pregunto,
para ver que me responde.
Estribillo
¿Por qué, dime tú por qué?
¿Por qué yo... le quise tanto?
Pero nadie me contesta
y afuera... sigue nevando.
¿Por qué, dime tú por qué?
¿Por qué yo... le quise tanto?
Pero nadie me contesta
y afuera... sigue nevando.
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