Cuatro caballos asoman
sus crines por el sendero.
Los cuatro llevan pintado
sobre sus rostros el miedo,
el sol al verlos llegar
se puso ropa de invierno
y una luna demacrada
pide prestado un pañuelo.
Los jinetes que los montan
van preguntando al silencio;
¿Dónde se esconden los hombres?
¡Qué ya venimos por ellos!
Asustados los tomillos
se esconden bajo el espliego,
en la barranca ya tiemblan
de pánico los romeros
y una rana embarazada
le pide ayuda a San Pedro.
En oscuros callejones,
de vómitos viste el suelo,
perfuman rancios orines
esa esquina donde el sueño,
sabe que perdió el camino,
al pisar los excrementos
de tanto zorro que caga
siempre de puertas adentro.
Hay un jinete sin cara,
luce tan solo los huesos,
con hambre no crecen carnes
bajo los ojos resecos
que nada saben de papas
ni de lacón con sus grelos.
Saben sus carnes perdidas
de noches bajo los truenos
con la barriga vacía
y el alma en un llanto eterno.
Solo conoce el dolor
en su espalda, de los cueros
de látigos que no duermen
para mantener despierto
a quien intente soñar
que se merece otro puesto
y el látigo le recuerda
que a nada tiene derecho,
por los pobres nadie lucha
en las sillas del congreso.
Veo un jinete que lleva
en llama viva el cabello,
las luciérnagas se apagan
al ver ese brillo intenso
que anuncia que viene ya
para el hombre su tormento,
por donde pasa se pudren
los corazones de hierro
y va dejando a su paso
un agrio silencio espeso.
A un chivo loco de atar
se le hinchan los hoyuelos
de la risa que le da
al ver al hombre sufriendo.
En su mano arde una tea
para encender el brasero
donde se quemen las almas
que hicieron su vida un trueno
sin pensar que los demás
eran dignos de respeto
y no solo almas en pena
siempre con el culo abierto.
Un jinete con espada
golpea sin miramiento,
a su paso las cabezas
van rodando por los suelos,
de nada sirve rogar
ni esconderse en el granero
ni el huir a la desbandada
como vacas sin cencerro.
Las estrellas confabulan
ante una luna en silencio
que ilumina a quienes huyen
pidiendole ayuda al cielo
y una palmera levanta
hacia las nubes su cuello
presiente que pronto ya
comenzará un mundo nuevo..
La guerra a nadie perdona,
sus ojos llenos de cieno
tan solo quieren mirar
los campos de sangre llenos,
no importa raza y color
tan solo cuentan los muertos,
los buitres piden ayuda
a sus amigos los cuervos.
El hombre debe pagar
por su loco desenfreno.
Ella no repara en gastos,
Carónte le hace buen precio,
son tan solo dos monedas
por treinta kilos de huesos,
en el viaje con su barca
por el Hades al Averno,
más barato que viajar
en el Ave hasta Toledo.
Se acerca el cuarto jinete
por su cara es el más serio,
es la Muerte que cabalga
sobre su caballo negro,
en su boca una sonrisa;
el plan le salió perfecto,
para ella el hombre más fuerte
es pajarillo indefenso,
al que ha llegado la hora
de mandar para el infierno.
sus crines por el sendero.
Los cuatro llevan pintado
sobre sus rostros el miedo,
el sol al verlos llegar
se puso ropa de invierno
y una luna demacrada
pide prestado un pañuelo.
Los jinetes que los montan
van preguntando al silencio;
¿Dónde se esconden los hombres?
¡Qué ya venimos por ellos!
Asustados los tomillos
se esconden bajo el espliego,
en la barranca ya tiemblan
de pánico los romeros
y una rana embarazada
le pide ayuda a San Pedro.
En oscuros callejones,
de vómitos viste el suelo,
perfuman rancios orines
esa esquina donde el sueño,
sabe que perdió el camino,
al pisar los excrementos
de tanto zorro que caga
siempre de puertas adentro.
Hay un jinete sin cara,
luce tan solo los huesos,
con hambre no crecen carnes
bajo los ojos resecos
que nada saben de papas
ni de lacón con sus grelos.
Saben sus carnes perdidas
de noches bajo los truenos
con la barriga vacía
y el alma en un llanto eterno.
en su espalda, de los cueros
de látigos que no duermen
para mantener despierto
a quien intente soñar
que se merece otro puesto
y el látigo le recuerda
que a nada tiene derecho,
por los pobres nadie lucha
en las sillas del congreso.
Veo un jinete que lleva
en llama viva el cabello,
las luciérnagas se apagan
al ver ese brillo intenso
que anuncia que viene ya
para el hombre su tormento,
por donde pasa se pudren
los corazones de hierro
y va dejando a su paso
un agrio silencio espeso.
A un chivo loco de atar
se le hinchan los hoyuelos
de la risa que le da
al ver al hombre sufriendo.
En su mano arde una tea
para encender el brasero
donde se quemen las almas
que hicieron su vida un trueno
sin pensar que los demás
eran dignos de respeto
y no solo almas en pena
siempre con el culo abierto.
Un jinete con espada
golpea sin miramiento,
a su paso las cabezas
van rodando por los suelos,
de nada sirve rogar
ni esconderse en el granero
ni el huir a la desbandada
como vacas sin cencerro.
Las estrellas confabulan
ante una luna en silencio
que ilumina a quienes huyen
pidiendole ayuda al cielo
y una palmera levanta
hacia las nubes su cuello
presiente que pronto ya
comenzará un mundo nuevo..
La guerra a nadie perdona,
sus ojos llenos de cieno
tan solo quieren mirar
los campos de sangre llenos,
no importa raza y color
tan solo cuentan los muertos,
los buitres piden ayuda
a sus amigos los cuervos.
El hombre debe pagar
por su loco desenfreno.
Ella no repara en gastos,
Carónte le hace buen precio,
son tan solo dos monedas
por treinta kilos de huesos,
en el viaje con su barca
por el Hades al Averno,
más barato que viajar
en el Ave hasta Toledo.
Se acerca el cuarto jinete
por su cara es el más serio,
es la Muerte que cabalga
sobre su caballo negro,
en su boca una sonrisa;
el plan le salió perfecto,
para ella el hombre más fuerte
es pajarillo indefenso,
al que ha llegado la hora
de mandar para el infierno.
Así funciona la Muerte,
sin pudor ni miramiento
se llevará por delante
a esos que por su recelo
han convertido la tierra
en un árido desierto.
Ya se hartó de tropelías
y de aguantar a canelos
que convirtieron el mundo
en enorme basurero.
No hay comentarios:
Publicar un comentario