martes, 19 de diciembre de 2017

Un día tomando un vino De un marinero en Madrid







Metiéndome estaba un vino
entre el ombligo y la espalda,
cuando un burro sin albarda,
sin saber ni como vino,
se interpuso en mi camino.
Empezó a gritar así;
¡aparta viejo de aquí!
¡lárgate para el asilo!
o conocerás el filo,
de mi vieja "serdañí".

-¿Y cómo osáis malandrín,
sin más el llamarme viejo?
¡He de arrancarte el pellejo
por bellaco y por ruin!

No da la vejez el año,
siempre hay ganas de vivir
mientras no le cese el fluir
a eso que parece un caño.

No me faltes al respeto
y más viejo no me llames,
o haré que al cielo le clames
del tortazo que te meto.

Siempre al remo de mi barca,
crucé por todos los mares,
las hostias repartí  a pares,
nunca le temí a la Parca.

Y no ha de ser un mozuelo,
quien de mis barbas se ría,
¡vieja lo será tu tía
y el baranda de tu abuelo!

Lo joven va con el alma,
aunque se arrugue la piel,
yo soy un tierno jurel,
que todavía lo empalma.

Cese aquí la discusión
o te cambiará el careto,
con el hostión que te meto
por capullo y por mamón.

Anda ya, coge el chupete
y directo p´a la escuela,
¡espabila mozalbete
que no te salva tu abuela!
Vete ya pronto de aquí,
o te convierto en un siete.

No hagan caso a este viejo
con un alma marinera,
esto es solo el presumir
de cosas que nunca fui
ya que dispuso el destino
que yo naciera en Madrid.

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