domingo, 12 de noviembre de 2017

18 Del amor y las palabras desolación Palabras






Marineros de aguas dulces ni navegar los ríos sabemos
que corren por nuestras venas y zozobrando entre tormentas,
a duras penas cogemos, un mal puñado de besos.

¡Cuántos sueños nos perdemos, por no soltar las amarras,
por pensar que en el amor... no hacen falta las palabras!

Cabalga raudo el desamor, jinete de tristeza disfrazado,
hiriendo almas sin pudor, derramando en la pradera
la savia de la ilusión, la que un día fue bandera
de eternas promesas de amor que quedaron en quimera.

Suspiros cortaban el viento, en tardes de primavera,
golondrinas volaban bajo haciendo entre el sol un manto
donde aguantar la aguacera de los besos y el encanto
de aquel amor principiante que creció bajo la higuera.

Amor al tiempo indeciso que desgasta corazones,
como relojes sin tiempo que no ven pasar los años
por faltarles las palabras que mantienen ilusiones.

Al faltarles el concierto de susurros en la oreja
las almas se derrumbaron por dejadez y pereza,
de labios que ya olvidaron cuantas letras hacen falta;
para decir en un verso; ¡mi vida... cuánto te quiero?

Cuántas veces hoy recuerdo, el fragor de las batallas
de mis labios con tus labios, ¡labios armados de besos,
bien prestos para el amor, pero faltos de palabras!

Es el amor a la carne fuego que bien la excita,
pero también necesita que al oído se le hable.

Ya no vuelan golondrinas alrededor de la higuera,
cobijo de nuestras ansias,y como agua de borrajas
sin sabor ni colorante el amor se marchitaba
por faltarle las palabras y entre lágrimas añoro
el fragor de las batallas de tu cuerpo con mis ansias..

Nunca falten las flores ni tampoco las palabras.
arreglo canción
Del amor y las palabras 
(intro)
Marineros somos
de aguas dulces,
ni navegar los ríos sabemos
que corren por nuestras venas.
...
Y zozobrando entre tormentas
a duras penas cogemos
un mal puñado de besos.
...
(estribillo)
¡Y cuántos sueños perdemos
por no soltar las amarras,
por pensar que en el amor
no hacen falta las palabras!
...
(coros)
Cabalga raudo el desamor,
jinete de tristeza disfrazado,
hiriendo almas sin pudor,
derramando en la pradera
la savia de la ilusión.
....
La que un día fue bandera
de eternas promesas de amor
que quedaron en quimera.
...
(verso1)
Suspiros cortaban el viento,
en tardes de primavera,
golondrinas volaban bajo
haciendo entre el sol un manto
...
Para aguantar la aguacera
de los besos y el encanto
de aquel amor principiante
que creció bajo la higuera.
...
(coros)
Amor al tiempo indeciso
que desgasta corazones,
como relojes sin tiempo
que no ven pasar los años
mientras mueren ilusiones.
...
(verso2)
Al faltarles el concierto
de susurros en la oreja
las almas se derrumbaron
por dejadez y pereza
de labios que ya olvidaron
cuantas letras hacen falta
para decir un “te quiero”.
...
(verso3)
Cuántas veces hoy recuerdo,
el fragor de las batallas
de mis labios con tus labios.
...
¡Labios armados de besos
pero faltos de palabras!
...
(coros)
Es el amor a la carne
fuego que bien la excita,
pero también necesita
que al oído se le hable.
...
(puente)
Ya no vuelan golondrinas
alrededor de la higuera
cobijo de nuestras ansias...
Y ya nada es como era...
...
Y como agua de borrajas,
sin sabor ni colorante,
el amor se marchitaba
por faltarle las palabras.
...
(outro)
Entre lágrimas añoro
el fragor de las batallas
de tu cuerpo con las ansias...
de aquel amor ya marchitó
por faltarle las palabras.
...
Par que viva el amor
no falten nunca las flores
ni tampoco las palabras.
...
laaaraaaalaaaaaraaaalaaa


Berta se encontraba sentada en el borde del río, con los pies descalzos sumergidos en las aguas dulces que corrían como las historias que alguna vez habitaron su corazón. Observaba cómo el sol comenzaba a ocultarse tras las colinas, tiñendo el cielo de un melancólico anaranjado, mientras su mente se llenaba de recuerdos. 

El viento susurraba entre los árboles, trayendo consigo ecos de risas pasadas, de promesas que se habían perdido entre las corrientes de la vida.

Recordó que hubo en su mar marineros de aguas dulces, sí, pero aquel mar había sido un océano de ilusiones y sueños que, como barcos de papel, se habían hundido en su propia fragilidad. En sus venas corría un río de amor que se había vuelto turbio por la falta de palabras, un amor que naufragaba entre tormentas inesperadas. 

Recordaba cómo, en esos días de primavera, las golondrinas volaban bajo, creando un manto de alegría donde ella y Marcos solían encontrar refugio. En el albor de su romance, los besos eran su idioma, pero poco a poco, las palabras fueron quedándose atrás, deslizándose silenciosamente entre los dedos de una relación que ya no sabía cómo persistir.

Cabalga al galope el desamor, pensaba Berta, mientras el jinete de la tristeza cobraba fuerza en su pecho. ¿Cómo era posible que el amor, siempre tan poderoso y vibrante, ahora se sintiera tan distante, tan frío? 

Las batallas que alguna vez había librado con sus labios, armados con la urgencia de expresarse, parecían simples cuentos que se contarían a sí mismos, perdidos en la penumbra del olvido. Se preguntaba: ¿Cuántas veces había dejado escapar un te quiero en silencio, solo por miedo a perturbar la paz de un amor que había dejado de serlo?

Se levantó, con el alma desgarrada, y caminó hacia la higuera, donde la savia de la ilusión había brotado en un tiempo que ahora parecía tan lejano. Allí, entre las ramas que se mecían suavemente, pensó en las palabras que nunca dijo, los susurros que se desvanecieron y los sueños que se marchitaron. 

Se dio cuenta de que el amor también necesitaba flores, pero sobre todo, necesitaba palabras que florecieran en el aire, que contaran historias, que llenaran de luz los rincones oscuros de sus corazones.

A veces, los corazones se encierran en un laberinto de incomunicados, reflexionó Berta, sintiendo que el eco de sus pensamientos se replicaba en su pecho, rompiendo su ser en mil pedazos. 

Lo que había empezado como un amor vibrante se había convertido en el eco de un suspiro, un amor ahogado en la rutina, en la dejadez de no pronunciar las palabras que podrían haberlo salvado. Las brevas de la higuera ya no tenía el mismo sabor, las golondrinas habían volado lejos y el fuego que una vez la excitó ahora se había convertido en cenizas frías.

La desolación invadía todo su ser, y una lágrima resbaló por su mejilla como el río que tenía frente a ella. Que nunca falten las flores, ni tampoco las palabras, le susurró al viento, deseando que su lección, tan dura como el mismo amor, se incorporara en sus memorias. 

Mientras el último rayo de sol se desvanecía, Berta se dio la vuelta y comenzó a caminar, llevando consigo el peso de un amor perdido, pero también la esperanza de que algún día, en algún rincón del mundo, las palabras volverían a brotar como flores en primavera.









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