Declamado
Con mi soledad a cuestas
En trémula oscuridad en mi habitación umbría,
¡cantando por no llorar! helada, muerta de frío,
con sus paredes delgadas como huesos de jilguero,
con mi soledad a cuestas, una pluma y un tintero
y cuatro cuartillas viejas, amarillas por el tiempo
y un candelabro de plata, que ya perdió su color.
Una cabeza vacía, la mano que no responde
y un chillido en la garganta, ¿dónde está, dónde se fue?
dónde está la musa mía? ¿dónde está? dime porqué
dime tú ¿por qué se esconde? ¿por qué no me viene a ver?
Por qué no aparece ya ¡y llena de luz mis días!
Hubo tiros en el banco, balearon un obrero,
robaba para vivir, -no puedo versar sobre esto,
pues se vendrán a por mí y cargaré con el muerto.
A la niña del alcalde, parece que la preñaron,
¿y si le hiciera unos versos? mas será mejor que no,
no me saldría de balde, por menos hicieron presos
a tres o cuatro niñatos que estaban pintando besos
ayer en la madrugada por las esquinas del barrio.
Si de libertad escribo, del hombre la lucha eterna,
no sé que decir tampoco, de cosas que desconozco
versear me da pereza, pues poco puedo escribir
y una voz acongojada resuena por mi cabeza.
"-Libérate tú primero, para hablar de libertad,
desenrolla la madeja, de tantos falsos complejos,
de tus miedos, de tus luchas, de esa vanidad que ensalza
las alturas de tus vuelos y tira ya por la borda
sin reparo y sin tardanza aquel disfraz de cordero.
Podrás escribir de nuevo y regresarán las musas,
que solo comparten migas con las almas que son bellas
sin dobleces ni fisuras, con las almas que son puras
y van disparando besos regándolos con sonrisas
y un buen baño de ternura.
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