Ayer te vi por la calle,/ ibas del brazo de otro,
y relinché como un potro,/ al verlo asido a tu talle.
Ese talle que fue mío/ y que perdí por idiota
y hoy está mi vida rota,/ ardiendo en un fuego frío.
Fuego que hiela mis venas,/ de escalofríos que matan
y celos que desbaratan,/ creando en mi sangre hienas.
Hienas que ansían morder/ de tu amante su pescuezo,
pero parándome rezo;/ ¡eso no, lo debo hacer!
Solo yo soy el culpable,/ respetarte nunca supe,
por eso la vida escupe/ mi existencia miserable.
Lloro clamando a los cielos,/ no me quiten la cordura
y que aparten la locura,/ de ese monstruo de los celos.
En mi alma se desespera/ ese grito que no sale,
pidiendo mi amor que vuelvas/ y en tus brazos cobijarme.
Volaste mi amor del nido,/ vacía quedó la calle,
el barrio perdió su brillo,/ el día en que te marchaste.
Ya no disfruta el camino/ del cimbreo de tu talle
y algo en mí ya se ha extinguido,/ desde que tú me faltaste.
Sin ti mi vida está huera,/ confundo mañana y tarde,
con que dejaré esta tierra.../ que nada tiene que darme.
Pues al faltarme tu amor,/ veo que soy muy cobarde,
y no soporto el dolor,/ que al irte me ocasionaste.
O me cuelgo en una higuera/ y termine ya este trance
o un buen tiro en la sesera,/ y Dios... me lleve “pa' lante”.
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