Cualquier parecido o coincidencia
con algunos hechos reales, es tan solo eso;
"pura coincidencia"
Lobos sedientos de sangre
husmean por las praderas,
en donde cantan las mozas
que buscan que se las quiera,
tan solo por lo que son
y no por ser carne tierna,
que no nació la mujer
pa´ ser de lobos merienda.
Unos cuantos en manada
todos con la misma percha,
ya se bajaron del cerro,
por el río ya se acercan.
Los tomillos a su paso
lloran de vergüenza ajena.
Los tomillos a su paso
lloran de vergüenza ajena.
Afila sus dientes largos
la humareda de la yerba.
Se las prometen felices
y se ríen como hienas,
presumen que será fácil
al estar el pueblo en fiestas.
Ya se escuchan los aullidos
al olor de sangre fresca
y bajan en su locura
brincando por la vereda,
con los sentidos cegados
por el vino de taberna.
Llevan los ojos vidriados
de lujuria y de soberbia,
el respeto a la mujer
no les cabe en la cabeza.
Amparados en la sombra
en la madrugada acechan,
las luciérnagas esconden
en el bolso las linternas,
que no quieren con su luz
alumbrar a tales fieras,
prefieren morir cegadas
antes que alumbrar la senda
por donde bajan los lobos
en dirección a su presa,
que para ellos la mujer
es tan solo una herramienta,
a la que después de usar
se la esconde en la cubeta.
a la que después de usar
se la esconde en la cubeta.
Y las luciérnagas dicen
que ellas no están dispuestas
a que sus rayos de luz
alumbren almas siniestras.
Baja una moza cantando
su alegría por la cuesta,
guirnaldas adornan cielos
y en los balcones banderas,
en la plaza las gitanas
repican las castañuelas,
corren por las calles vientos
de jarana y francachela
y el vino que corre a mares
en los sesos hace mella.
Un silencio claro oscuro
se huele ya la tormenta,
quiere gritar y no puede;
¡Despierta niña, despierta,
también a las fiestas vino
algún lobo de la sierra!
Disfrazado de cordero
pero cubierto de mierda,
con el alma emponzoñada
del hedor de sus miserias.
Los toros tiemblan de miedo
ocultos tras la barrera,
San Fermín llora en silencio
derrumbado en su alacena,
lágrimas de sangre corren
por su manto de franela
al no poder comprender
que algunas mentes no sepan
que la mujer no nació
para que nadie la ofenda.
¡Qué a la mujer la hizo Dios,
para ser del mundo reina!
Y no para ser carnaza
de lobos con almas negras.
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