domingo, 2 de septiembre de 2018

Décimas II




Señor en donde me halle,
truhán si se presta el juego
y combato a hierro y fuego
a quien diga que me calle.
No admito nadie retalle
ni corte mi libertad,
es la vida necedad
si no se goza de ella.
Los domingos de paella
y los lunes descansad.

Mala cosa es el trabajo
hecho por obligación,
pues sufrirá el corazón
y quedará hecho un cascajo.
De la vida el mejor gajo
yo me lo quiero comer,
porque han de ustedes saber,
aunque les parezca raro,
que yo lo tengo muy claro;
¡No nací pa´ padecer!

Enfrentará frío y cierzo
mi cuerpo para buscarte,
pero yo por encontrarte
no escatimaré el esfuerzo.
Y si en mi andar no me tuerzo
muy pronto estaré a tu lado
disfrutando del bocado
de esos tus labios tan rojos
que han de sanar los enojos
de tanto dolor pasado.

De haber perdido los sesos;
me acusas por ser sincera
pero así hasta que me muera
mi voz no la callan pesos.
Aunque me muelan los huesos
nadie cambiará mi sino,
soy terca como pollino,
la falsedad no me gusta
y aunque la verdad asusta
siempre digo lo que opino.

Nos alejó de embelesos
al culminar la faena,
que aunque sea cosa buena
¡cuidado con los excesos!
Me sé de algunos decesos
por culpa de no parar,
pensando con apurar
la flor en un solo día.
No hay que tener agonía
en las cosas del amar.

Son almas puras y bellas,
las almas de los poetas
viven sus mentes inquietas.
sus palabras hacen mellas.
Nos acercan las estrellas.
preñandonos de emoción,
nos transmiten su pasión
con ese su bello canto,
que nos cubre con su manto
abrigando el corazón.

Nada más nuestros empeños
no es mucho donde cogerse,
puede la vida volverse
en contra de nuestros sueños.
Mas que rosas jalapeños
nos va mostrando la vida,
causando profunda herida
en quien pronto se amilana,
mal se porta la marrana
con aquel que bien la cuida.

Nos han cambiado de escena,
de joven todo es muy lindo,
pero nos baja del guindo
la vida con su condena.
Que sin piedad nos cercena
a medio cocer los sueños,
sin dejarnos ser los dueños
del camino a recorrer,
impidiéndonos crecer,
quemándonos como leños.

Me vinisteis a decir;
bien hartitas ya nos tienes,
que ya nos duelen las sienes
por tu modo de escribir.
¡Y basta ya de gruñir
a quien dice lo que piensa!
Que de nunca fue una ofensa
hablar de calamidades,
aunque a veces las verdades
nos pongan la cuerda tensa.

Si sobro me lo decís
sin rodeos y sin potras,
pues parece que vosotras
del mismo sastre vestís.
Por esta regla os regís;
"Quién habla siempre muy claro,
debe ser un bicho raro"
Pa´ vosotras lo normal
de ser persona cabal
es quien pasa por el aro.


¿Qué ya estás harta de ofensas?
pues tranquila que se acaba,
ya me harté de tanta pava
con las ideas tan densas.
A mí, ya no más me censas,
que como vine me voy,
¡Y no mañana! ¡Será hoy!
Me buscaré otro lugar
en donde pueda lograr
me quieran por lo que soy.

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