domingo, 7 de enero de 2018

Sueños entre olas. De marinero en Madrid Olas de Recuerdos



De venta en lulu.com
se pueden visualizar las primeras 11 páginas.







Sueños entre olas

 ¿Y la palmera? ¿cómo era su talle?
preguntaban ansiosas caracolas.
Paisajes ardorosos de mis mares,
me llenan de recuerdos largas horas.

Paisajes que se ofrecen, con el brío
de sueños que volaron por los aires,
de sueños que vivieron el delirio,
de sueños no alcanzados por mis naves. 

La música en el ritmo de las velas
y con la ardiente, arena de las playas
mis sueños de la infancia, mis estrellas
y un cúmulo de lágrimas que vagan
por los falsos caminos, falsas sendas
allí donde los sueños nunca alcanzan.

No sé dónde, quedaron esos mares,
mares donde mis sueños se ahogaron.
Sueños que siempre fueron irreales
y bogan entre olas apenados.

Y sin saber porqué, se ahogarán
en lágrimas de un llanto inconsolable,
rotos, sin fuerzas ya para luchar
sin soplo de esperanza que les salve.


 Olas de Recuerdos

En un rincón olvidado de un mundo en el que el tiempo se detiene, las caracolas susurraban historias antiguas, llenas de anhelos y melancolía. “¿Y la palmera? ¿Cómo era su talle?” preguntaban con voz entrecortada, como si en su frágil cáscara conservaran los ecos de un pasado perdido.

El mar, con su inmenso y ardoroso abrazo, se extendía ante ellas, serpenteando en un vaivén que parecía reflejar la tumultuosa vida de quienes alguna vez habitaban esas costas. Recordaban aquellos paisajes vibrantes, donde los sueños surcaban el aire como aves indomables, desbordando brío y vitalidad, pero también la tristeza de los sueños nunca alcanzados.

Las caracolas, guardianas de secretos, conocían el lamento de cada ola al romper contra la arena tibia. Había melodía en el roce de las velas con el viento, una música que resonaba en el corazón de quienes habían navegado con la esperanza como timón. Recordaban bajo aquella palmera, la sombra en la que muchos habían compartido risas y promesas de un futuro lleno de aventuras.

Sin embargo, la brisa marina también traía consigo susurros de un pasado desgarrador. Un cúmulo de lágrimas, vestigios de sueños perdidos, vagaban por los falsos caminos de la memoria, tejiendo un filamento de angustia y resignación. Las caracolas sabían de los sueños que naufragaron, de las aspiraciones que se desvanecieron en la inmensidad del océano; esos mares donde la esperanza parecía ahogarse al compás de un llanto inconsolable.

Al escuchar el murmullo de las olas, comprendían que aquellos sueños, aún irreales y apesadumbrados, seguían navegando entre las corrientes del tiempo, buscando su lugar en un horizonte donde el aliento de la vida parecía escasear.

Las caracolas, en su anhelo eterno de respuesta, reflexionaban sobre el destino de la palmera, testigo silente de tantas historias. "Quizás sus raíces se adentran en un mundo mejor", musitaban, pensando que al menos en su belleza permanecería el eco de todos aquellos que se habían dejado llevar por la corriente de sus ilusiones.

Así, bajo el cielo estrellado y con el murmullo del mar siempre presente, las caracolas continuaron en su búsqueda incansable, soñando con un amanecer donde los sueños finalmente alzarían el vuelo y las lágrimas se transformarían en perlas de sabiduría, destellos de esperanza que iluminarían las sendas de quienes aún se atrevan a soñar.



No hay comentarios:

Publicar un comentario