ni busqué nunca la guerra, ni meterme en los problemas
de la casa del vecino.
¡No lloren esas mujeres, hagan callar a ese niño!
Y no me pongan laureles ni me entierren en un nicho.
¡Qué nadie llore mi muerte, que me dejen en el frente
como si estuviera vivo! Que quiero estar bien presente
siempre cuando suene un tiro y ver caer a un hermano,
poder tenderle mi mano y llevármelo conmigo
con dirección a una guerra, sin hombres para morir
y sin esperanzas muertas, en donde triunfe el amor
y todos los sueños crezcan.
Que se entere mi bandera, de que ha perdido un soldado
que nunca tuvo ganado. Díganle a todo el que muera
que yo le estaré esperando con el amor en la mano
como mi única señera.
Que no se enteren mis padres de que perdieron un hijo
no quiero saber que sufren, ¡esto es lo último que pido!
Nunca deseé la muerte, mía ni de algún vecino,
nunca supe odiar a nadie ni amigo ni a enemigo,
por siempre me encandilaron, con locura las mujeres,
de siempre me gustó el vino y ahora que sé que muero;
¡quisiera sentirme vivo!
A la memoria de
Jacinto Luis Niceto Montes
Soy un soldado herido o la muerte inútil Salieron de sus casas cargados de besos, abrazos y sonrisas, repletos de ilusión, con estas armas no llegaron muy lejos, la Muerte les acorraló en un rincón, esas cosas no se pueden llevar en la mochila, no sirven para matar, solo para dar amor y las leyes de la guerra no permiten tal horror. Soy ese soldado herido que muere por la bandera que le marcó su destino, mas no conocí enemigo ni busqué nunca la guerra, ni meterme en los problemas de la casa del vecino. ¡No lloren esas mujeres hagan callar a ese niño! Y no me pongan laureles ni me entierren en un nicho. ¡Qué nadie llore mi muerte, que me dejen en el frente como si estuviera vivo! Que quiero estar bien presente siempre cuando suene un tiro y ver caer a un hermano, poder tenderle mi mano y llevármelo conmigo con dirección a una guerra sin hombres para morir y sin esperanzas muertas, en donde triunfe el amor y todos los sueños crezcan. Que se entere mi bandera de que ha perdido un soldado que nunca tuvo ganado. Díganle a todo el que muera que yo le estaré esperando con el amor en la mano como mi única señera. Que no se enteren mis padres de que perdieron un hijo no quiero saber que sufren, ¡esto es lo último que pido! Nunca deseé la muerte mía ni de algún vecino, nunca supe odiar a nadie ni amigo ni a enemigo por siempre me encandilaron con locura las mujeres de siempre me gustó el vino y ahora que sé que muero ¡quisiera sentirme vivo! A la memoria de Jacinto Luis Niceto Montes
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Soy un soldado herido o la muerte inútil (intro) Salieron de sus casas cargados de besos, abrazos y sonrisas, repletos de ilusión.
... Con estas armas no llegaron muy lejos, la Muerte les acorraló en un rincón.
... Esas cosas no se pueden llevar en la mochila, no sirven para matar, solo para dar amor.
... Y las leyes de la guerra no permiten tal horror. ...
(verso1) Soy ese soldado herido que muere por la bandera que le marcó su destino.
... Mas no conocí enemigo ni busqué nunca la guerra, ni meterme en los problemas de la casa del vecino. ...
(estribillo) ¡No lloren esas mujeres hagan callar a ese niño!
... No me pongan laureles ni me entierren en un nicho. ... ¡Qué nadie llore mi muerte, que me dejen en el frente como si estuviera vivo!
...
(verso2) Que quiero estar bien presente siempre cuando suene un tiro.
... Y ver caer a un hermano, poder tenderle mi mano y llevármelo conmigo.
... Con dirección a una guerra sin hombres para morir y sin esperanzas muertas.
... En donde triunfe el amor y todos los sueños crezcan. ...
(coros) Que se entere la bandera de que ha perdido un soldado que nunca tuvo ganado.
... Díganle a todo el que muera que yo le estaré esperando.
... Con el amor en la mano como mi única señera. ... Que no se enteren mis padres que perdieron a su hijo.
... No quiero saber que sufren... ¡esto es lo último que pido! ...
(outro) Nunca deseé la muerte ni mía ni de algún vecino.
... Nunca supe odiar a nadie ni amigo ni a enemigo.
. Siempre me encandilaron con locura las mujeres.
... Siempre me gustó el vino y ahora que sé que muero... ¡quisiera... sentirme vivo!
Vivo admirando la perfección que en las almas crea el amor, ese amor que busca ufano en las camas su rendición, amor como amor de hermanos pero henchido de pasión, ese amor que eleva al hombre en la búsqueda de Dios, ese hombre que nace, para renacer un día en hombre mucho mejor, y buscar en las estrellas del vivir otra razón, para vivir sin que nadie, desconozca su interior. La envidia es ese mérito que afianza en los cobardes el valor, las riñas de quienes luchan sean vínculos de renovación, antes de conquistar los cuerpos conquistemos el corazón, unámonos en el sendero que conduce por caminos sin dolor. Buceemos hasta el fondo en océanos de amor, quien huye de si mismo, es de la vida un desertor, la ignorancia y el error son manantiales que ofuscan de los hombres la razón, con malicia y mal humor agrias se vuelven las mentes, reflejando en los rostros desazón y envidiamos a quien vemos en un más alto escalafón. Dejémonos envolver en ese país llamado amor, rompamos barreras y busquemos los sacos de la ilusión, elevemos el pensamiento para conseguir un mundo mejor, amar es crecer y multiplicar enriqueciendo la vida interior.
Guasas a buenas horas, rencores arcaicos, fotones a propósito de periodismos esbeltos, sin respuestas para el llanto de los niños y sacos vacíos de bocadillos sudorosos perdiéndose por las esquinas de un descerebrado mundo. Sendas caballerías a despecho de los núcleos y de los discos alados de los calcos de Pegaso cabalgan entre las sombras que camuflan la miseria. Nació para la lucha la estatua de los vientos, bajo los párpados, oculta por los cabellos, luce la mancha sangrienta del hambre que no calla. Gracias a la prensa de los descubiertos vive feliz el bruto que en los verdes campos, detrás de las llamaradas graba castaños furiosos y kilos de mierda caen sobre sus hombros en compensación a los cargos minuciosos de quienes viven con los cerebros huecos en despachos sombríos llenos de votos muertos. Vuelan jamones e impresos dichosos cargados de promesas con los brazos caídos mientras ruedan por los suelos yugulares enrojecidas en cuellos de verde cutis y críos llorando con los sueños descosidos en los llanos.