La octava italiana u octava aguda, creada por Salvador Bermúdez de Castro y por ello llamada a veces bermudina, es una estrofa que se compone de ocho versos de arte mayor, que suelen ser endecasílabos, eneasílabos o decasílabos, y con rima consonante, según el esquema,
primero y quinto, libres de rima, sin asonar ni entre ellos ni con los demás, segundo y tercero riman en llana, cuarto y octavo en aguda y sexto y séptimo en llana también, es importante que no sean asonantes entre ellos
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(11-,11A,11A,11B';11-,11C,11C,11B').
Los versos libres de rima se marcan con un guion y los que terminan en aguda con un apostrofe ' .
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Bajo el cielo estrellado, un susurro se escucha,
la brisa que me acaricia, me cuenta historias del mar.
aromas de savia desbordada alzan los árboles sus brazos al cielo, la esencia de la tierra se despliega, con cada hoja, un latido, con cada raíz, un abrazo con el suelo.
Ecos de un mundo pulsante, la savia fluye como un río de vida, abrazando la diversidad, tejiendo un manto de colores, un canto de fragancias que invita a la eternidad.
Pero una sombra se cierne, el hacha que golpea sobre la sangrante herida, con cada corte, un lamento, con cada tronco caído, una historia que se quiebra, un hogar que se apaga en el estruendo de la ambición.
¿Dónde quedan las voces de los pájaros, el murmullo de las hojas al danzar? Las raíces, testimonios del tiempo, se ven condenadas a la ausencia, con un suspiro, se despiden del glorioso entorno.
Nos deslizamos sobre el mundo, con la mirada ensombrecida por el avance, en este camino del olvido, despojamos a la madre tierra de su manto verde, de su paz y de su canto y del pájaro sin nido, nadie escucha su llanto.
¡Oh, naturaleza amada! Tu lamento es un llamado a la vergüenza,, un eco que se alza en nuestra conciencia, incitándonos revertir ese desvelo y reescribir la narrativa de tu existencia.
Que florezcan de nuevo tus bosques, que la vida renazca en cada rincón, que el amor por tu esencia nos impulse a ser guardianes de tu legado, a elegir el futuro donde tus raíces permanezcan vivas.
En cada árbol, en cada flor, una promesa de esperanza, reconociendo que en tu vastedad reside no solo nuestra supervivencia, sino la esencia misma de nuestra humanidad.