viernes, 30 de marzo de 2018

Romance Mi pueblo..







Este vídeo declamado

Mi pueblo blanco que al sol
por las tardes alboreas,
¡cuántos años ya pasaron
sin trotar por tus laderas!

Ya veo que asoma el morro
la “Negra” por mi cancela,
diciéndome a voz en grito;
¡prepara ya la maleta!

Y no quisiera marcharme
sin antes dar una vuelta
por el blancor de tus casas
y tus empinadas cuestas,
para hartarme del olor
a pan de tus callejuelas
y así llevarme conmigo
tu recuerdo como prenda
a las tenebrosas simas
donde la muerte nos lleva
y con tu recuerdo en mí
será más dulce la pena.

Aún conservo en un sueño
el verdor de madreselvas
y el aroma de jazmines
de tus noches veraniegas
y aquellos cuentos tan largos
oídos a boca abierta
que tío Martín contaba
los veranos a la fresca
y él; es muy tarde: ¡a dormir!
De madre frente a la puerta
agitando fuerte al viento
en su mano la espardeña,
¡cuántos recuerdos hermosos
de veranos sin escuela!
Por las mañanas al río,
por las tardes a la siesta
y en las noches a soñar
a la luz de las estrellas.

Lucían ventanas toscas
ramilletes de azucenas,
que daban color al alma
de nobles gentes camperas
que nada saben de entuertos
y si dar buenas consejas
a quienes a ellas acuden
con almas sin medias suelas.

Así recuerdo a tus gentes
siempre apacibles y tiernas,
fueron para mí ese faro
que fue marcando mi senda,
en aquel pueblo tan lindo
donde viví de pequeña.

Guardan tus calles los sueños
que brotaban de mis trenzas,
de príncipes y carrozas
te pinté la Plaza Nueva,
ellos con su traje azul,
ellas tiradas por yeguas
y yo, suspirando al sol
queriendo ser Cenicienta.

Las flores de tus balcones
hacían tierna la espera
de aquel mozo que soñaba
ser mi novio en la verbena
y yo pensando tan solo
en vestidos de princesa.

Digo;“mi pueblo” y la boca
se me hace sabor a menta,
un agradable hormigueo
me recorre por las venas,
a mi pensamiento aflora
el sabor de tus callejas
y una explosión de ternura
retumba por mi cabeza.

¡Cuánto diera pueblo mío
por volver a ser moceta,
anclar mi cuerpo a tus calles,
pasear por tu alameda
y vivir siempre contigo
una primavera eterna!

Sin ganas ya de crecer,
ni descubrir cosas nuevas,
pues por fin cuenta me di
que lo sencillo nos llena
y no hay nada más sencillo
que volar por tus placetas.

Como ya creo que dije
al empezar estas letras
sepas que no he de morir
sin volver a tus aceras
para despertar los sueños
que dejé sobre sus piedras
y junto a ellos partir
cuando me lleve la Negra
por esos mundos lejanos
donde los pueblos no llegan
si no es en el corazón
de aquellos que los anhelan.

A veces pienso en los niños
que no gozaron las gestas
de quienes nacen en pueblo,
no corrieron por tu sierra,
no jugaron en los ríos
ni vieron crecer la yerba
y nunca pescaron ranas
ni pisotearon huertas,
nunca supieron de nidos
tampoco de madrigueras
y no subieron jamás
a los trillos en la era
ni escucharon el balar
cuando paren las ovejas.

Y siempre que pienso en ello
me da un poquito de pena,
¡yo creo que les faltó
una niñez verdadera!


Mi pueblo..

Mi pueblo blanco que al sol por las tardes alboreas,
¡cuántos años ya pasaron sin trotar por tus laderas!

Ya veo que asoma el morro la “Negra” por mi cancela,
diciéndome a voz en grito; ¡prepara ya la maleta!

Y no quisiera marcharme sin antes dar una vuelta
por el blancor de tus casas y tus empinadas cuestas,
para hartarme del olor a pan de tus callejuelas
y así llevarme conmigo tu recuerdo como prenda
a las tenebrosas simas donde la muerte nos lleva
y con tu recuerdo en mí, será más dulce la pena.

Aún conservo en un sueño el verdor de madreselvas
y el aroma de jazmines de tus noches veraniegas
y aquellos cuentos tan largos oídos a boca abierta
que tío Martín contaba los veranos a la fresca
y él; es muy tarde: ¡a dormir! de madre frente a la puerta
agitando fuerte al viento en su mano la espardeña,
¡cuántos recuerdos hermosos de veranos sin escuela!
Por las mañanas al río, por las tardes a la siesta
y en las noches a soñar a la luz de las estrellas.

Lucían ventanas toscas ramilletes de azucenas,
que daban color al alma de nobles gentes camperas
que nada saben de entuertos y si dar buenas consejas
a quienes a ellas acuden con almas sin medias suelas.

Así recuerdo a tus gentes siempre apacibles y tiernas,
fueron para mí ese faro que fue marcando mi senda,
en aquel pueblo tan lindo donde viví de pequeña.

Guardan tus calles los sueños que brotaban de mis trenzas,
de príncipes y carrozas te pinté la Plaza Nueva,
ellos con su traje azul, ellas tiradas por yeguas
y yo, suspirando al sol queriendo ser Cenicienta.

Las flores de tus balcones hacían tierna la espera
de aquel mozo que soñaba ser mi novio en la verbena
y yo pensando tan solo en vestidos de princesa.

Digo;“mi pueblo” y la boca se me hace sabor a menta,
un agradable hormigueo me recorre por las venas,
a mi pensamiento aflora el sabor de tus callejas
y una explosión de ternura retumba por mi cabeza.

¡Cuánto diera pueblo mío por volver a ser moceta,
anclar mi cuerpo a tus calles, pasear por tu alameda
y vivir siempre contigo una primavera eterna!

Sin ganas ya de crecer, ni descubrir cosas nuevas,
pues por fin cuenta me di que lo sencillo nos llena
y no hay nada más sencillo que volar por tus placetas.

Como ya creo que dije al empezar estas letras
sepas que no he de morir sin volver a tus aceras
para despertar los sueños, que dejé sobre sus piedras
y junto a ellos partir cuando me lleve la Negra
por esos mundos lejanos donde los pueblos no llegan
si no es en el corazón de aquellos que los anhelan.

A veces pienso en los niños que no gozaron las gestas
de quienes nacen en pueblo, no corrieron por tu sierra,
no jugaron en los ríos ni vieron crecer la yerba
y nunca pescaron ranas ni pisotearon huertas,
nunca supieron de nidos tampoco de madrigueras
y no subieron jamás a los trillos en la era
ni escucharon el balar cuando paren las ovejas.

Y siempre que pienso en ello me da un poquito de pena,
¡yo creo que les faltó una niñez verdadera!


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