viernes, 20 de julio de 2018

y A esa que nunca para.





Nos mira muy socarrona
 con  sonrisa vacilante, 
es la dueña del cotárro,
 a nadie pide permiso, 
se te puede llevar hoy 
o dejarlo pa´más tarde
y nadie se le resiste 
a nadie rinde estandarte.

Su cara como la cera 
color de piedra martirio,
luce brillante guadaña,
para segar cuando quiera,
pero en el fondo nos ama,
 con locura y con delirio
y es tan solo por amor 
que por llevarnos se cela.

De nada vale el rogar 
que de tu vida se olvide,
si quiere te dejará, 
hasta que aburras a un muerto,
pero sepas sin dudar, 
que te llevará pa´l huerto
y algunas veces quisieras 
con ella poder volar.

Por todo el mundo temida
por algunos muy buscada,
pero cuando planta cara
la cosa ya está perdida
de nada valen los llantos
ni las velas encendidas
ni el ir rogando a los santos
que la aparten de tu vida..

Nadie sabe en donde para, 
quizás en el inframundo,
si será cosa de Dios,
o el Demonio es quien la manda,
pero si parece ser 
que controla a todo el mundo.
Con fuerte puño de acero
sujeta bien la guadaña
dispuesta siempre a segar
aunque sea el trigo tierno.

Suele andar entre rosales 
y también entre la grama,
siempre de negra sotana 
y dos tibias como adorno,
días de fiesta no tiene, 
ni los domingos descansa,
cumple bien con su misión 
de llevar gente pa´l hoyo.

Suele acercarse a traición 
cuando viene a por su presa,
desde niños se la teme 
está presente en los sueños
y causa mucho respeto 
el saber que siempre acecha,
sobre todo cuando llega 
a nuestra vida el invierno.

Este canto le dedico
con mucho amor y ternura,
a ver si con cuatro versos
un poquillo la contento
y busca por otro sitio 
una fruta más madura
y a mí me deja tranquila,
que yo, de prisa... ninguna.

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