domingo, 19 de enero de 2020

Aprendiz de vampiro Romance De cuentos de la Gertrudis





Desde niño que tenía
madera de buen vampiro,
lo de chupar le gustaba,
porque ya siendo bien chico
se agarraba a los pezones
con coraje y mucho ahínco.

Y su madre, de él decía,
¡ay, como chupa este niño!
Que ya las tetas me tiene
como la cresta de un mirlo
que de tanto apretujarlas
me llegan hasta el ombligo.

Al hacerse más mayor
ya bebía del botijo,
pero echaba él a faltar
el calor de un cuerpo vivo,
que no le daba placer
beber de un pitorro frío.

De golpe se le ocurrió
una tarde bajo un tilo,
en dedicarse a chupar
a los bichos del camino.

Así fue como empezó
este niño a ser vampiro,
mas bien pronto se dio cuenta,
pues no era muy tonto el mico
que la sangre de doncella
le hacía sentir más vivo.

Al contacto con su cuerpo
notaba que un calorcillo
por dentro de los calzones
le iba quitando hasta el hipo.

Así fue como pensó
con acierto y muy buen tino
solo a las mozas clavar
sus incipientes colmillos.

Tonto no era el zagalejo
si alguna pillaba, fijo
que a más de chupar la sangre
la montaba bajo un pino
y así podía matar
a dos pájaros de un tiro.

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